ANTOLOGÍA DE RELATOS BREVES 001-010

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ANTOLOGÍA 01

Miguel Cobaleda
@MACCGL

#LosCuentosDelAmanuense Colección de micro-relatos

PRIMER GRUPO: 001 AL 010

02-02-2021 AL 04-04-2021

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001-EL MILAGRO
Miguel Cobaleda
02-02-2021



En Calima tuvieron mala suerte porque les tocó milagro, y precisamente de los importantes de primera fila: concesión de deseos. Más les hubiese valido milagro de segunda, venganzas cumplidas, o de tercera, riquezas sin cuento, incluso de cuarta, vidas perdurables. Pero no, en Calima, pobre gente, les tocó milagro de los gordos. Sólo que confuso y desorientado.

Ejemplo sencillo: a Palmira, que desde muchacha soñaba con pasar una noche de loca orgía carnal con Jorge, le regalaron el peinador verde que deseaba Petra, a la cual su marido le compró el trinchero de melamina con que soñaba la pobre Rosi, la cual, un poco a la fuerza, pasó una noche de amor loco con Jorge. Así todo.

El alcalde obtuvo una bicicleta cromada, mientras el Nitu (adolescente casi analfabeto) recibía por correo certificado la colección completa de los escritos de los Padres de la Iglesia en edición trilingüe. Y don Felipe el cura era elegido alcalde.

Como haber, ejemplos hubo muchos, pues alcanzaron a todos.

Pero poco a poco fue quedando menos gente, entre los estudiantes que se iban con el circo, los emigrantes que acababan de aprobar el curso, los feriantes obligados a estudiar en la universidad y hasta los viejos muriéndose de muerte natural, lo cierto es que hoy en Calima no vive nadie.

Bueno, vive el Nitu (que ya se va por San Ambrosio) y que sostiene que se han marchado todos huyendo del milagro.


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002-LO NUEVO
Miguel Cobaleda
07-02-2021



Las autoridades han prohibido lo nuevo.

Las casas nuevas, prohibidas. Los coches nuevos, prohibidos. La ropa nueva, prohibida. Los teléfonos nuevos, las películas nuevas, los zapatos nuevos, los hijos nuevos: todo prohibido.

Si es nuevo, es delito.

Hoy mismo, en mi calle, a un vecino mío le ha parado una patrulla de Guardianes de lo Arcaico, le han cacheado, le han desnudado, todo estaba bien, ropa interior usada, calcetines con agujeros (mucha gente los corta para mayor seguridad), los pantalones de antes de adelgazar, la camisa con manchas de pintura, la chaqueta con coderas, la gabardina un modelo de hace dos años... Pero el reloj era un smartwatch que le acababan de regalar su mujer y su hijo... Dos tiros en la nuca y lo han dejado tirado en la calzada.

Se ha puesto de moda llevar bajo el brazo una edición de marzo de 1957 del Diario Nacional, chupar azucarillos, usar llaves de tamaño castillo medieval y recitar entre dientes las Catilinarias. Hay gente que lleva pieles –sin coser– de uro salvaje; escarcelas del uniforme de los “mangas verdes”; arcos y flechas (las aljabas de cuero sin curtir); hachas bifaces paleolíticas; eslabón y yesca para hacer fuego; y pluma de gallo con tintero de barro para firmar.

Todo el mundo se ha arrancado los implantes dentales. El idioma de ahora mismo es el latín, pero mucha gente recibe clases de griego y aún de sánscrito.

Hay mucho pánico, porque este tipo de edictos hacen que la gente se vuelva más papista que el papa: ninguna pareja sin hijos se arriesga a adoptar bebés, ahora se adoptan viejos. No lo intente con alguien de menos de setenta años, por debajo de sesenta se sospecha novedad y existe peligro.

Y como todo pensamiento es siempre nuevo, no piense.


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003-SEÑOR DE LA GUERRA
Miguel Cobaleda
14-02-2021



Admito que los adolescentes somos raros, inseguros, malhumorados, y que no hay quien nos aguante. Es que estamos en manos de la química hormonal. Nos salva –si es que tenemos salvación...– la mucha fantasía que le echamos a la vida. Yo, por ejemplo, ahora quiero ser un “señor de la guerra afgano”, fuere lo que fuere, que suena fenomenal. Como señor de la guerra se podrá hacer la guerra (supongo) y habrá que traficar con armas y con mujeres; a ver, si no, de dónde podremos sacar para los lanzagranadas los señores de la guerra, si no vendemos algo para poderlos pagar.

He visto en las películas americanas –y ellos lo sabrán de buena tinta– que mientras los mercenarios blancos extranjeros sólo tienen fusiles, nuestros guerrilleros –de los señores de la guerra– usan lanzagranadas, lanzacohetes, unos RPG preciosos que siempre mandan por los aires los vehículos blindados de los blancos. Tengo que preguntar cuántas mujeres hay que vender para poder comprar uno de esos, y si hacen descuentos cuando compras al por mayor.

No sólo tengo esa duda, tengo muchas: ¿qué diferencias hay entre un señor de la guerra afgano y un señor de la guerra somalí? Afganistán es Afganistán, pero el Cuerno de África está ahora muy de moda y quizá me convenga ser señor de la guerra somalí. Somalia parece un buen lugar para ser señor de la guerra (aunque no sé si en Somalia usan lanzagranadas o sólo machetes). Si vendo a mi hermana para la trata de blancas, puede que me den sólo un lanzagranadas, pero seguramente cien machetes...

En Google no responden a estos asuntos, vender no es tan sencillo. O sea sí, vender sí, aunque luego el comprador querrá llevarse lo que ha comprado, pero ¿cómo hago para entregarle mi hermana al comprador?... No sólo es mayor que yo y una gata de mucho cuidado, es que ha asistido a clases de kárate (le gustaba el entrenador). Tendré que advertir de ese detalle a los compradores, que traigan algo para dormirla, cloroformo o algo, porque es dura de pelar. Le puedo poner en su cena las pastillas de mi madre para dormir, aunque como está a dieta y casi no cena, ¿echar el somnífero en una tortilla de espinacas?...

¡Todo mi gozo en un pozo!: acaban de decir por la tele que los adolescentes son a partir de los catorce años... Con ocho años no se es adolescente todavía, y supongo que no se podrá ser señor de la guerra. ¡Catorce años!... Cuando los cumpla, ya no habrá Afganistán. A saber qué será mi hermana entonces, seguramente una señora casada y con hijos. No hay trata de eso.


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004-MINERO ASTRAL
Miguel Cobaleda
21-02-2021


– Está bien este sitio... se siente uno como en casa, y eso que yo estoy a... déjeme que haga el cálculo... a doscientos años luz de mi casa en Majuges, un pueblecito de... bueno, de otro mundo. En todos los puertos de todas las estrellas hay garitos como éste donde un viejo corregalaxias se encuentra como en su casa. Llegué a creer que se trataba de una franquicia intermundo y que les obligaban a poner la misma decoración, las mismas luces, los mismos taburetes en la misma barra... Sea como sea, es agradable bajar de tu vieja chatarra después de haber viajado a porrillones de leguas y encontrar este ambiente tan acogedor. A las camareras yo siempre las llamo igual, Patricia, porque así se llamaba una de mi pueblo que trabajaba en un bar de copas de... bueno, de otro mundo. Puede que incluso se llame Patricia ésta también, aunque parezca un molusco. En mi opinión, todas se llaman Patricia y todas son moluscos, lo parezcan o no, pero en mi pueblo dicen que soy machista... y lo seré, vaya usted a saber. He corrido tanto mundo, quiero decir: tantos mundos... Soy Minero Astral, estoy sindicado por Bauxita y Coltán, es decir, para que me entienda, por aluminio y tantalio. Estuve en un mundo, ya no recuerdo... ¿Sinister Mangus Octuber?... ¿O fue en Anchipast Cargader?... no sé, da lo mismo. Era de aluminio por completo, pero cuidado, amigo, no de bauxita, ni de bohmita, ni de diásporo, ni siquiera de gibbsita: aluminio suelto, aluminio aluminio, una pelota inmensa de puro aluminio, maciza, completa, sin mares ni lagos ni nada de nada, sin fuegos centrales ni gaitas, aluminio puro. Vivían unos bichos como cucarachas que comían directamente del suelo masticando metal y cagando metal, se convertían en metal al morir; eran inteligentes así así... He ido a tantos lugares... Incluso he sufrido mis fiebres, no crea usted... bueno, como todos los mineros astrales, naturalmente. Llamamos fiebres a ir a donde... ¿Oyó usted alguna vez la expresión “fiebre del oro”?... Cuando se descubre algún mundo que es un filón, enseguida se corre la voz por todas las galaxias, y todos los locos como yo nos precipitamos a ese lugar en busca de la fortuna... Locos, sí señor, locos, porque la fortuna no existe, amigo, créame. Siguiendo las fiebres llegué hasta Sicalip Sicalop, que es un desierto estéril y sin minería, pero del que un capullo dijo que estaba hecho ¡de esmeralda!... Allá fuimos todos como melones, y ni esmeralda, ni nada de nada... Desde Sicalip no hice más caso de las fiebres, me curé para siempre. Además, al salir de allí me fuí deambulando de estrella en estrella y fui a parar casualmente a... No le puedo decir el nombre a usted –que es muy simpático y muy hablador, pero que es un completo desconocido–. Ese mundo sin nombre –no se confunda, no se llama “Sinnombre”– es tan raro, pero tan raro... No hay riqueza minera, desde luego, allí no se encuentra ni siquiera una pirita para la colección de un niño, pero es de una... lo diré: de una belleza indescriptible. Antes de hacerme minero y de comprar a plazos mi vieja “Metafísica” (así se llama mi nave, esa chatarra descolorida que está en el puerto), estudié diseño. Había un programa para colorear los dibujos previos y era muy salado, porque podías llenar de color, en un plis-plas, todo un sector en cuanto ponías encima el cursor teñido del color correspondiente y le dabas al click. Bueno, pues en mi mundo sin nombre pasaba algo así. Tenía color propio o, mejor dicho, colores infinitos, colores de todas las gamas, infinitas gamas, pero se... ¿cómo se lo explico?... se contagiaba de los colores de las cosas o de los seres que lo tocasen, así como en un plis-plas con un click. Si salía de su madriguera un escarabajo verdinegro ¡hala!, allá iba todo el planeta del mismo color pero de tonalidades diferentes, un infiniris (de infinito e iris, como arco-iris ¿comprende?), y era una gloria porque, en cuanto el escarabajo se metía en su buraca y se posaba un pájaro amarillo y fucsia, el planeta entero se volvía de fucsia y amarillo... ¡Qué pasmo, Señor de la Materia Oscura!, y perdone la blasfemia, no suelo ser mal hablado. ¡Qué pasmo!... Una tarde vi un prodigio que nunca olvidaré: estaba ese mundo atardeciendo, con todos sus colores adorando su propio ocaso, cuando una libélula irisada, transparente, etérea, apareció sobre las cosas... De pronto una de sus alas rozó la superficie y... ¡milagro!... todos los colores se irisaron, se transparentaron, se volvieron... libélulos... en una apoteosis de color que era como el día del estreno de la mismísima creación, supongo. Entonces el vuelo del insecto hizo que el ala dejase de rozar, y el mundo regresó a sus colores atardecientes... luego volvió a rozar y el mundo volvió a libelular... Durante un momento me mareé, o me trastorné, o algo... la belleza no se soporta según en qué dosis. Después la libélula se fue y me quedé ciego... que es como se queda uno cuando baja del monte Tabor (un monte de mi mundo). En fin, amigo, ha sido un placer charlar con usted, no sabía que los nativos de aquí fuesen tan amigables y comunicativos, cuando vaya por esos mundos les hablaré de ustedes... ¿Cómo dice que se llama este lugar? ¿Tierra, de la estrella Sol?... Lo recordaré. Patricia, por favor, ponle otra copa aquí a mi colega.


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005-FEAS
Miguel Cobaleda
28-02-2021



Ya sabéis que soy especialmente misericordioso con las mujeres débiles –raza que no creo que exista–, pero sé que una vía de tal debilidad inexistente es la fealdad, que sitúa a las mujeres que la poseen en un nivel delicado de riesgo. Por eso me llenan de ternura las dos hermanas feas, como las llaman en el barrio. Dejemos clara una cosa: puede que sean los espíritus más exquisitos que hayan anidado en almas humanas; puede que la elegancia revista en ellas caracteres de compacta sublimidad; puede que la alegría de sus corazones produzca espontáneos armónicos en las campanas del universo; puede que su trato eleve a los demás al pasmo y al espasmo de la pura santidad. Pero feas son de caerse.

Aunque son feas de distinta naturaleza. No, de distinta raza. No, de distinta índole, de distinto estilo, diferente formato, no son feas por igual, aunque son ¿cómo decirlo? de una fealdad gemela. Se trata de sus miradas (éste no es tema de controversia entre los feólogos que las han estudiado): una de las dos mira con resignación, la otra mira con desafío.

Si se puede amar a dos mujeres de las que no se está enamorado, yo amo a las hermanas feas, no siento pasión carnal (sin que su fealdad tenga nada que ver en el asunto), pero no me costaría nada dar la vida por ellas, incluso puede que lo hiciera gustoso. Inspiran un fluido ternurible que se basa precisamente en su indiscutible y maciza fealdad. Quiero ser entendido: no es que sean dos almas hermosas en dos cuerpos feos; “usan” su fealdad de modo tan creativo, que son dos almas bellísimas en dos cuerpos hermosos. Pero feas son de caerse.

Con ese poder “zahorí de almas” que tienen algunas mujeres para leer en los hombres, las hermanas feas adivinaron mi cariño sincero, discreto, admirado, caballeroso, elegante; y me eligieron para... es que no sé cómo decirlo... navegador de virginidades. Se conformaban con una soltería inevitable a que las condenaba de suyo la propia naturaleza, pero querían saber lo que puede ser sabido, aunque sin arriesgarse al público escarnio y, mucho menos, a alguna indeseada maternidad que convirtiera en hereditaria esa fealdad de que estamos en esta historia dando tantas señas.

La frase anterior, claramente ambigua, es el resumen de un largo proceso de toma de contacto que las hermanas feas hicieron poco a poco conmigo, y que acabó una noche en su elegante alcoba. Yo estaba un tanto asustado de aquella responsabilidad, preguntándome si acaso la fealdad no sería un obstáculo, pero algo asombrado de la seguridad absoluta que las feas tenían en sus ocultos encantos...

En lugar de desnudarse con la coqueta sabiduría que hace de la mujer, la lentitud y la picardía un trío asesino, se desmaquillaron ante mí con esa lentitud y esa picardía.

Pero atentos ahora: mientras el proceso dejaba a una de ellas tan fea como era, descubría en la otra una belleza sublime que cortaba el aliento. Jamás he visto antes ni he visto después, ni separadas ni juntas, mujer tan fea y mujer tan hermosa. La bella había desfigurado su rostro con un maquillaje habilísimo hasta parecer gemela de la fea con una idéntica fealdad. Se señalaron la una a la otra con el dedo levantado y dijeron al tiempo, acordes totales como gemelas que eran:

–No podía dejar que mi sufrida hermana llevase ella sola semejante peso.

Y por lo que a mí se refiere, en cuanto permitan la bigamia, me caso.


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006-PEQUEÑAS EQUIVOCACIONES
Miguel Cobaleda
07-03-2021


He arruinado mi vida a base de cometer pequeñas equivocaciones. Además resulta que las cometí en contra de las inclinaciones de mi naturaleza, que casi siempre estaba en desacuerdo con la equivocación respectiva.

La primera que recuerdo y que marcó el camino para otras muchas: cuando tuve que elegir mi mejor amigo, mis inclinaciones se decantaban por un vecino pálido y sereno, buen estudiante, tranquilo y sosegado, pero elegí en cambio a mi primo, el pecoso pelirrojo desgalichado y atrevido, aventurero, desobediente, caradura y audaz.

Lo mismo me pasó cuando quise tener novia. A mí siempre me han ido las mujeres sensatas y recatadas de las que se ve a la legua que van a ser buenas esposas y madres, estupendas amas de hogar. Pues no, tuve que enamorarme de una maciza tremendona, toda curvas y pelo platino, que me indujo a cometer otro error, porque yo siempre quise estudiar historia y me matriculé en química, la carrera que ella hacía... De equivocación en equivocación (no siempre mías, a veces del destino), poco a poco fuí arruinando mi vida. Cuando mi esposa, la rubia platino, quedó embarazada, yo quería niña. Pues fue niño. A mí me hubiese gustado que se pareciera a mí, moreno y de ojos oscuros, pues no: pelirrojo y con pecas. Todo por este estilo.

En algunas ocasiones –pocas– los errores han sido para bien. Por ejemplo, cuando decidí envenenar a mi esposa y a mi primo, el haber estudiado química me fue de mucha ayuda. Preparé un potente pero insípido veneno y tres tazas de café con ánimo de que ellos se bebieran las dos emponzoñadas... Mas ya digo, las equivocaciones han destrozado mi vida: la taza sin veneno se la bebió mi esposa, las dos tazas malditas mi primo y yo.

Le había dicho muchas veces que, si yo moría antes que ella, me llevase a la tumba unos lirios azules... ¡Oh sí, los lirios azules los trae, en eso no se confunde!... pero en lugar de ponerlos en mi tumba, se equivoca y los pone en la tumba de al lado, que es la de mi primo.


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007-TIEMPO DE CUCHILLOS
Miguel Cobaleda
14-03-2021



Terrible fue la rebelión de los cuchillos, con una hoz herrumbrosa y vieja empezó, ella predicó la sangrienta cruzada contra el hombre, ¡qué agravios guardaría su ánima curva y oxidada!.

En un reguero de fuego tan rápido, tan vivaz que no fue posible prevenirlo a tiempo, espadas y rejas, facones y hachas, navajas, tijeras, segures, piquetas, todo lo de acero armado de filo, todo lo de hierro armado de garra, se lanzó contra el hombre, contra el pecho del hombre, hiriendo, derramando, segando, cortando, desmembrando, degollar fue lo de menos, ¡qué odios tan ocultos fermentando en la sombra!.

No se acabó el horror del tiempo de los cuchillos hasta que no cercenamos las manos que los empuñaban.


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008-LAS PALABRAS QUE HAN USADO (PARA Mª PILAR, IN MEMORIAM)
Miguel Cobaleda
21-03-2021



Ha fallado uno de los elementos de mi grupo fraterno –se ha desactivado– y los demás nos hemos visto sometidos a una sensación nueva, algo terrible y desolador. Los que saben me han explicado que se trata de “tristeza” (es la palabra que han usado). Han añadido otras que yo tampoco conocía: desconsuelo, amargura, tribulación... Al parecer hay muchas para decir lo mismo, el idioma es muy rico para esta clase de sentimientos. “Sentimiento” es la palabra que han usado.

He leído atentamente el folleto explicativo del diseño “fraterno” y no habla de eso. Dice cosas como: “los hermanos –los elementos del grupo fraterno– son compañeros de una parte esencial de la trayectoria vital, auxiliares de misiones conjuntas, colegas de comprensión fundamental, apoyos generales para todo cometido; son familia”. De esa cosa, la tristeza, la amargura, el desconsuelo, de eso el folleto no habla. Pero los que saben me han dicho que sí, que la tristeza es natural, es lo propio cuando se desactiva un hermano. “Hermano” es la palabra que han usado.

No digo que el ingeniero constructor no sepa lo que hace, a tanto no llego, quién soy yo para dudar de sus capacidades creativas... Pero la verdad es que, si para la propia función fraterna esa sensación no es completamente esencial, entonces... Aunque los que saben me dicen que sí, que los propósitos [los que especifica el folleto: “compañeros de una parte esencial de la trayectoria vital, auxiliares de misiones conjuntas, colegas de comprensión fundamental, apoyos generales para todo cometido, familia”] se cumplen muchísimo mejor si los elementos del grupo fraterno se aman entre ellos. “Aman” es la palabra que han usado.

He preguntado, bueno, lo natural: “¿Y ahora qué?... ¿Al taller de reconstrucciones? ¿Tienen que llevarla de vuelta a la fábrica para repararla ? ¿Cuánto tardan estos procesos? ¿Cuándo podrá estar de vuelta?”... Los que saben me han explicado que no funciona así, que cuando falla un elemento y se desactiva, es ya para siempre, que ese fallo es irreversible. “Irreversible” es la palabra que han usado.

No consigo entender todo esto, los que saben emplean demasiadas palabras que no comprendo y que no tienen sentido para mí. En fin, al parecer se trata de nuestro mismo modo de ser, de nuestra propia naturaleza humana. “Humana” es la palabra que han usado.

“La tristeza por la pérdida irreversible de un elemento fraterno es un sentimiento humano” son las palabras que han usado. A mí, que casi no entiendo nada de todo esto, me parece que no sólo son palabras.


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009-CONVERSACIÓN
Miguel Cobaleda
28-03-2021


A mí ya no me resulta raro que me hablen los alimentos que me dispongo a comer, generalmente desde el plato mismo –a veces, previsores, desde la propia bandeja–: sus gestos de exagerado dramatismo, horror sin nombre por el amargo destino –puro teatro todo, qué mejor suerte–, lamentos y gemidos. En ocasiones argumentaciones sutiles acerca de la pesada digestión, que si son o no son altos o bajos en calorías, sus escasas propiedades tróficas, las sospechosas componendas de su elaboración, los nunca bien documentados ingredientes... Me sirven de música de fondo mientras mastico y, puesto que como solo en una mesa aislada, es una forma de distracción que no me desagrada.

Pero cuando incluso las alubias se han permitido insinuar ciertos tímidos reproches... (En este caso fueron ruborosas insinuaciones sobre los procesos fisiológicos de la generación del metano), en fin...

Dicen los enfermeros que es natural que me hablen los alimentos, dado que estoy loco, que no me preocupe, que no es para tanto. (Juego al tute con otro loco al que le gritan todas y cada una de las motas aéreas de polvo flotante, con voces diferentes, distinguibles, individuales; tiene una expresión facial de horror permanente –aunque le soplan mis cartas y, con semejante ayuda, me gana siempre–).

Por lo visto es que el aparato viene sin control de volumen, el Universo digo, y te tienes que aguantar con toda clase de ruidos, voces y sonidos, susurros del viento, piar de pájaros, gruñires, gañires, murmullos de lluvias y arroyos, además de la maldita e inevitable cháchara humana incesante. Que es lo peor, porque al menos las alubias me las como.


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010-TRANSPARENCIAS
Miguel Cobaleda
04-04-2021



Como les ha dado por hacer edificios transparentes, estamos jodidos. Con el vértigo que yo tengo, ya me diréis.

Mi despacho está en el piso veintitrés, las paredes, los techos, los suelos... todo invisible. Es un horror. Lo del suelo no me preocupa porque entre el abismo y yo se interponen todos los que trabajan en los pisos inferiores; el cielo tampoco (aunque más) por lo mismo, se interponen los que ocupan los pisos superiores hasta la terraza del sesenta. Pero la fachada que da al puñetero valle... Y son cincuenta kilómetros cuadrados de valle, más el océano infinito que se ve desde aquí.

Hay timoratos y frígidos que hablan del pudor: “¡Oh, Dios mío, me ven todos cuando entro en el baño!”... No seas gilipollas, hombre (o mujer), ¿quién va a estar interesado en contemplar cómo cagas?... Lo grave es verlo todo desde cada rincón, ser como Dios Omnisciente, contemplar el entero y puñetero planeta a tus pies y tener que tragarte ese panorama tanto si quieres como si no.

Los primeros días he tapado las mamparas invisibles de mi despacho con cartones, siquiera para poder irme haciendo a la idea, pero han empezado a mirarme con burla y a fingir como que se desmayan ante mí (ya les daba yo vértigo a estos cabrones), así que los he tenido que quitar y ahora nos vemos todos todo el tiempo, que tampoco es que seamos tan hermosos ni tan amigos, joder.

Lo mismo que hay frígidos pudorosos, están los exhibicionistas de siempre: sabedores de que todos lo vemos todo (¡qué angustia!), ahora vienen desnudos a la oficina, pero desnudos total. Acaso penséis que qué bien si se trata de hermosas y macizas mujeres o de hercúleos y proporcionados varones (para los gustos se hicieron las anatomías), pero es lo que yo digo: cuando has visto, por ejemplo, a la hermosa maciza ocho horas todos los días, si se sienta, si se levanta, si entra, si sale, si mea... pues acabas mirando al valle por mucho vértigo que te dé.

Ahora tele-trabajo todo lo que puedo. Cuando no puedo trabajar on-line desde el refugio opaco de mi casa, vengo a la oficina con pasamontañas, gafas de sol, antifaz de cartón, y forrado con abrigo, pantalla facial, mascarilla y guantes; que se rían si quieren. Me la suda.


 

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