ANTOLOGÍA DE RELATOS BREVES 001-010
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RELATOS SEMANALES
ANTOLOGÍA 01
Miguel Cobaleda
@MACCGL
#LosCuentosDelAmanuense Colección de micro-relatos
PRIMER GRUPO: 001 AL 010
02-02-2021 AL 04-04-2021
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001-EL MILAGRO
Miguel Cobaleda
02-02-2021
En Calima tuvieron mala suerte porque les tocó milagro, y precisamente de los
importantes de primera fila: concesión de deseos. Más les hubiese valido milagro
de segunda, venganzas cumplidas, o de tercera, riquezas sin cuento, incluso de
cuarta, vidas perdurables. Pero no, en Calima, pobre gente, les tocó milagro de
los gordos. Sólo que confuso y desorientado.
Ejemplo sencillo: a Palmira, que desde muchacha soñaba con pasar una noche de
loca orgía carnal con Jorge, le regalaron el peinador verde que deseaba Petra, a
la cual su marido le compró el trinchero de melamina con que soñaba la pobre
Rosi, la cual, un poco a la fuerza, pasó una noche de amor loco con Jorge. Así
todo.
El alcalde obtuvo una bicicleta cromada, mientras el Nitu (adolescente casi
analfabeto) recibía por correo certificado la colección completa de los escritos
de los Padres de la Iglesia en edición trilingüe. Y don Felipe el cura era
elegido alcalde.
Como haber, ejemplos hubo muchos, pues alcanzaron a todos.
Pero poco a poco fue quedando menos gente, entre los estudiantes que se iban con
el circo, los emigrantes que acababan de aprobar el curso, los feriantes
obligados a estudiar en la universidad y hasta los viejos muriéndose de muerte
natural, lo cierto es que hoy en Calima no vive nadie.
Bueno, vive el Nitu (que ya se va por San Ambrosio) y que sostiene que se han
marchado todos huyendo del milagro.
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002-LO NUEVO
Miguel Cobaleda
07-02-2021
Las autoridades han prohibido lo nuevo.
Las casas nuevas, prohibidas. Los coches nuevos, prohibidos. La ropa nueva,
prohibida. Los teléfonos nuevos, las películas nuevas, los zapatos nuevos, los
hijos nuevos: todo prohibido.
Si es nuevo, es delito.
Hoy mismo, en mi calle, a un vecino mío le ha parado una patrulla de Guardianes
de lo Arcaico, le han cacheado, le han desnudado, todo estaba bien, ropa
interior usada, calcetines con agujeros (mucha gente los corta para mayor
seguridad), los pantalones de antes de adelgazar, la camisa con manchas de
pintura, la chaqueta con coderas, la gabardina un modelo de hace dos años...
Pero el reloj era un smartwatch que le acababan de regalar su mujer y su hijo...
Dos tiros en la nuca y lo han dejado tirado en la calzada.
Se ha puesto de moda llevar bajo el brazo una edición de marzo de 1957 del
Diario Nacional, chupar azucarillos, usar llaves de tamaño castillo medieval y
recitar entre dientes las Catilinarias. Hay gente que lleva pieles –sin coser–
de uro salvaje; escarcelas del uniforme de los “mangas verdes”; arcos y flechas
(las aljabas de cuero sin curtir); hachas bifaces paleolíticas; eslabón y yesca
para hacer fuego; y pluma de gallo con tintero de barro para firmar.
Todo el mundo se ha arrancado los implantes dentales. El idioma de ahora mismo
es el latín, pero mucha gente recibe clases de griego y aún de sánscrito.
Hay mucho pánico, porque este tipo de edictos hacen que la gente se vuelva más
papista que el papa: ninguna pareja sin hijos se arriesga a adoptar bebés, ahora
se adoptan viejos. No lo intente con alguien de menos de setenta años, por
debajo de sesenta se sospecha novedad y existe peligro.
Y como todo pensamiento es siempre nuevo, no piense.
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003-SEÑOR DE LA GUERRA
Miguel Cobaleda
14-02-2021
Admito que los adolescentes somos raros, inseguros, malhumorados, y que no hay
quien nos aguante. Es que estamos en manos de la química hormonal. Nos salva –si
es que tenemos salvación...– la mucha fantasía que le echamos a la vida. Yo, por
ejemplo, ahora quiero ser un “señor de la guerra afgano”, fuere lo que fuere,
que suena fenomenal. Como señor de la guerra se podrá hacer la guerra (supongo)
y habrá que traficar con armas y con mujeres; a ver, si no, de dónde podremos
sacar para los lanzagranadas los señores de la guerra, si no vendemos algo para
poderlos pagar.
He visto en las películas americanas –y ellos lo sabrán de buena tinta– que
mientras los mercenarios blancos extranjeros sólo tienen fusiles, nuestros
guerrilleros –de los señores de la guerra– usan lanzagranadas, lanzacohetes,
unos RPG preciosos que siempre mandan por los aires los vehículos blindados de
los blancos. Tengo que preguntar cuántas mujeres hay que vender para poder
comprar uno de esos, y si hacen descuentos cuando compras al por mayor.
No sólo tengo esa duda, tengo muchas: ¿qué diferencias hay entre un señor de la
guerra afgano y un señor de la guerra somalí? Afganistán es Afganistán, pero el
Cuerno de África está ahora muy de moda y quizá me convenga ser señor de la
guerra somalí. Somalia parece un buen lugar para ser señor de la guerra (aunque
no sé si en Somalia usan lanzagranadas o sólo machetes). Si vendo a mi hermana
para la trata de blancas, puede que me den sólo un lanzagranadas, pero
seguramente cien machetes...
En Google no responden a estos asuntos, vender no es tan sencillo. O sea sí,
vender sí, aunque luego el comprador querrá llevarse lo que ha comprado, pero
¿cómo hago para entregarle mi hermana al comprador?... No sólo es mayor que yo y
una gata de mucho cuidado, es que ha asistido a clases de kárate (le gustaba el
entrenador). Tendré que advertir de ese detalle a los compradores, que traigan
algo para dormirla, cloroformo o algo, porque es dura de pelar. Le puedo poner
en su cena las pastillas de mi madre para dormir, aunque como está a dieta y
casi no cena, ¿echar el somnífero en una tortilla de espinacas?...
¡Todo mi gozo en un pozo!: acaban de decir por la tele que los adolescentes son
a partir de los catorce años... Con ocho años no se es adolescente todavía, y
supongo que no se podrá ser señor de la guerra. ¡Catorce años!... Cuando los
cumpla, ya no habrá Afganistán. A saber qué será mi hermana entonces,
seguramente una señora casada y con hijos. No hay trata de eso.
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004-MINERO ASTRAL
Miguel Cobaleda
21-02-2021
– Está bien este sitio... se siente uno como en casa, y eso que yo estoy a...
déjeme que haga el cálculo... a doscientos años luz de mi casa en Majuges, un
pueblecito de... bueno, de otro mundo. En todos los puertos de todas las
estrellas hay garitos como éste donde un viejo corregalaxias se encuentra como
en su casa. Llegué a creer que se trataba de una franquicia intermundo y que les
obligaban a poner la misma decoración, las mismas luces, los mismos taburetes en
la misma barra... Sea como sea, es agradable bajar de tu vieja chatarra después
de haber viajado a porrillones de leguas y encontrar este ambiente tan acogedor.
A las camareras yo siempre las llamo igual, Patricia, porque así se llamaba una
de mi pueblo que trabajaba en un bar de copas de... bueno, de otro mundo. Puede
que incluso se llame Patricia ésta también, aunque parezca un molusco. En mi
opinión, todas se llaman Patricia y todas son moluscos, lo parezcan o no, pero
en mi pueblo dicen que soy machista... y lo seré, vaya usted a saber. He corrido
tanto mundo, quiero decir: tantos mundos... Soy Minero Astral, estoy sindicado
por Bauxita y Coltán, es decir, para que me entienda, por aluminio y tantalio.
Estuve en un mundo, ya no recuerdo... ¿Sinister Mangus Octuber?... ¿O fue en
Anchipast Cargader?... no sé, da lo mismo. Era de aluminio por completo, pero
cuidado, amigo, no de bauxita, ni de bohmita, ni de diásporo, ni siquiera de
gibbsita: aluminio suelto, aluminio aluminio, una pelota inmensa de puro
aluminio, maciza, completa, sin mares ni lagos ni nada de nada, sin fuegos
centrales ni gaitas, aluminio puro. Vivían unos bichos como cucarachas que
comían directamente del suelo masticando metal y cagando metal, se convertían en
metal al morir; eran inteligentes así así... He ido a tantos lugares... Incluso
he sufrido mis fiebres, no crea usted... bueno, como todos los mineros astrales,
naturalmente. Llamamos fiebres a ir a donde... ¿Oyó usted alguna vez la
expresión “fiebre del oro”?... Cuando se descubre algún mundo que es un filón,
enseguida se corre la voz por todas las galaxias, y todos los locos como yo nos
precipitamos a ese lugar en busca de la fortuna... Locos, sí señor, locos,
porque la fortuna no existe, amigo, créame. Siguiendo las fiebres llegué hasta
Sicalip Sicalop, que es un desierto estéril y sin minería, pero del que un
capullo dijo que estaba hecho ¡de esmeralda!... Allá fuimos todos como melones,
y ni esmeralda, ni nada de nada... Desde Sicalip no hice más caso de las
fiebres, me curé para siempre. Además, al salir de allí me fuí deambulando de
estrella en estrella y fui a parar casualmente a... No le puedo decir el nombre
a usted –que es muy simpático y muy hablador, pero que es un completo
desconocido–. Ese mundo sin nombre –no se confunda, no se llama “Sinnombre”– es
tan raro, pero tan raro... No hay riqueza minera, desde luego, allí no se
encuentra ni siquiera una pirita para la colección de un niño, pero es de una...
lo diré: de una belleza indescriptible. Antes de hacerme minero y de comprar a
plazos mi vieja “Metafísica” (así se llama mi nave, esa chatarra descolorida que
está en el puerto), estudié diseño. Había un programa para colorear los dibujos
previos y era muy salado, porque podías llenar de color, en un plis-plas, todo
un sector en cuanto ponías encima el cursor teñido del color correspondiente y
le dabas al click. Bueno, pues en mi mundo sin nombre pasaba algo así. Tenía
color propio o, mejor dicho, colores infinitos, colores de todas las gamas,
infinitas gamas, pero se... ¿cómo se lo explico?... se contagiaba de los colores
de las cosas o de los seres que lo tocasen, así como en un plis-plas con un
click. Si salía de su madriguera un escarabajo verdinegro ¡hala!, allá iba todo
el planeta del mismo color pero de tonalidades diferentes, un infiniris (de
infinito e iris, como arco-iris ¿comprende?), y era una gloria porque, en cuanto
el escarabajo se metía en su buraca y se posaba un pájaro amarillo y fucsia, el
planeta entero se volvía de fucsia y amarillo... ¡Qué pasmo, Señor de la Materia
Oscura!, y perdone la blasfemia, no suelo ser mal hablado. ¡Qué pasmo!... Una
tarde vi un prodigio que nunca olvidaré: estaba ese mundo atardeciendo, con
todos sus colores adorando su propio ocaso, cuando una libélula irisada,
transparente, etérea, apareció sobre las cosas... De pronto una de sus alas rozó
la superficie y... ¡milagro!... todos los colores se irisaron, se
transparentaron, se volvieron... libélulos... en una apoteosis de color que era
como el día del estreno de la mismísima creación, supongo. Entonces el vuelo del
insecto hizo que el ala dejase de rozar, y el mundo regresó a sus colores
atardecientes... luego volvió a rozar y el mundo volvió a libelular... Durante
un momento me mareé, o me trastorné, o algo... la belleza no se soporta según en
qué dosis. Después la libélula se fue y me quedé ciego... que es como se queda
uno cuando baja del monte Tabor (un monte de mi mundo). En fin, amigo, ha sido
un placer charlar con usted, no sabía que los nativos de aquí fuesen tan
amigables y comunicativos, cuando vaya por esos mundos les hablaré de ustedes...
¿Cómo dice que se llama este lugar? ¿Tierra, de la estrella Sol?... Lo
recordaré. Patricia, por favor, ponle otra copa aquí a mi colega.
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005-FEAS
Miguel Cobaleda
28-02-2021
Ya sabéis que soy especialmente misericordioso con las mujeres débiles –raza que
no creo que exista–, pero sé que una vía de tal debilidad inexistente es la
fealdad, que sitúa a las mujeres que la poseen en un nivel delicado de riesgo.
Por eso me llenan de ternura las dos hermanas feas, como las llaman en el
barrio. Dejemos clara una cosa: puede que sean los espíritus más exquisitos que
hayan anidado en almas humanas; puede que la elegancia revista en ellas
caracteres de compacta sublimidad; puede que la alegría de sus corazones
produzca espontáneos armónicos en las campanas del universo; puede que su trato
eleve a los demás al pasmo y al espasmo de la pura santidad. Pero feas son de
caerse.
Aunque son feas de distinta naturaleza. No, de distinta raza. No, de distinta
índole, de distinto estilo, diferente formato, no son feas por igual, aunque son
¿cómo decirlo? de una fealdad gemela. Se trata de sus miradas (éste no es tema
de controversia entre los feólogos que las han estudiado): una de las dos mira
con resignación, la otra mira con desafío.
Si se puede amar a dos mujeres de las que no se está enamorado, yo amo a las
hermanas feas, no siento pasión carnal (sin que su fealdad tenga nada que ver en
el asunto), pero no me costaría nada dar la vida por ellas, incluso puede que lo
hiciera gustoso. Inspiran un fluido ternurible que se basa precisamente en su
indiscutible y maciza fealdad. Quiero ser entendido: no es que sean dos almas
hermosas en dos cuerpos feos; “usan” su fealdad de modo tan creativo, que son
dos almas bellísimas en dos cuerpos hermosos. Pero feas son de caerse.
Con ese poder “zahorí de almas” que tienen algunas mujeres para leer en los
hombres, las hermanas feas adivinaron mi cariño sincero, discreto, admirado,
caballeroso, elegante; y me eligieron para... es que no sé cómo decirlo...
navegador de virginidades. Se conformaban con una soltería inevitable a que las
condenaba de suyo la propia naturaleza, pero querían saber lo que puede ser
sabido, aunque sin arriesgarse al público escarnio y, mucho menos, a alguna
indeseada maternidad que convirtiera en hereditaria esa fealdad de que estamos
en esta historia dando tantas señas.
La frase anterior, claramente ambigua, es el resumen de un largo proceso de toma
de contacto que las hermanas feas hicieron poco a poco conmigo, y que acabó una
noche en su elegante alcoba. Yo estaba un tanto asustado de aquella
responsabilidad, preguntándome si acaso la fealdad no sería un obstáculo, pero
algo asombrado de la seguridad absoluta que las feas tenían en sus ocultos
encantos...
En lugar de desnudarse con la coqueta sabiduría que hace de la mujer, la
lentitud y la picardía un trío asesino, se desmaquillaron ante mí con esa
lentitud y esa picardía.
Pero atentos ahora: mientras el proceso dejaba a una de ellas tan fea como era,
descubría en la otra una belleza sublime que cortaba el aliento. Jamás he visto
antes ni he visto después, ni separadas ni juntas, mujer tan fea y mujer tan
hermosa. La bella había desfigurado su rostro con un maquillaje habilísimo hasta
parecer gemela de la fea con una idéntica fealdad. Se señalaron la una a la otra
con el dedo levantado y dijeron al tiempo, acordes totales como gemelas que
eran:
–No podía dejar que mi sufrida hermana llevase ella sola semejante peso.
Y por lo que a mí se refiere, en cuanto permitan la bigamia, me caso.
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006-PEQUEÑAS EQUIVOCACIONES
Miguel Cobaleda
07-03-2021
He arruinado mi vida a base de cometer pequeñas equivocaciones. Además resulta
que las cometí en contra de las inclinaciones de mi naturaleza, que casi siempre
estaba en desacuerdo con la equivocación respectiva.
La primera que recuerdo y que marcó el camino para otras muchas: cuando tuve que
elegir mi mejor amigo, mis inclinaciones se decantaban por un vecino pálido y
sereno, buen estudiante, tranquilo y sosegado, pero elegí en cambio a mi primo,
el pecoso pelirrojo desgalichado y atrevido, aventurero, desobediente, caradura
y audaz.
Lo mismo me pasó cuando quise tener novia. A mí siempre me han ido las mujeres
sensatas y recatadas de las que se ve a la legua que van a ser buenas esposas y
madres, estupendas amas de hogar. Pues no, tuve que enamorarme de una maciza
tremendona, toda curvas y pelo platino, que me indujo a cometer otro error,
porque yo siempre quise estudiar historia y me matriculé en química, la carrera
que ella hacía... De equivocación en equivocación (no siempre mías, a veces del
destino), poco a poco fuí arruinando mi vida. Cuando mi esposa, la rubia
platino, quedó embarazada, yo quería niña. Pues fue niño. A mí me hubiese
gustado que se pareciera a mí, moreno y de ojos oscuros, pues no: pelirrojo y
con pecas. Todo por este estilo.
En algunas ocasiones –pocas– los errores han sido para bien. Por ejemplo, cuando
decidí envenenar a mi esposa y a mi primo, el haber estudiado química me fue de
mucha ayuda. Preparé un potente pero insípido veneno y tres tazas de café con
ánimo de que ellos se bebieran las dos emponzoñadas... Mas ya digo, las
equivocaciones han destrozado mi vida: la taza sin veneno se la bebió mi esposa,
las dos tazas malditas mi primo y yo.
Le había dicho muchas veces que, si yo moría antes que ella, me llevase a la
tumba unos lirios azules... ¡Oh sí, los lirios azules los trae, en eso no se
confunde!... pero en lugar de ponerlos en mi tumba, se equivoca y los pone en la
tumba de al lado, que es la de mi primo.
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007-TIEMPO DE CUCHILLOS
Miguel Cobaleda
14-03-2021
Terrible fue la rebelión de los cuchillos, con una hoz herrumbrosa y vieja
empezó, ella predicó la sangrienta cruzada contra el hombre, ¡qué agravios
guardaría su ánima curva y oxidada!.
En un reguero de fuego tan rápido, tan vivaz que no fue posible prevenirlo a
tiempo, espadas y rejas, facones y hachas, navajas, tijeras, segures, piquetas,
todo lo de acero armado de filo, todo lo de hierro armado de garra, se lanzó
contra el hombre, contra el pecho del hombre, hiriendo, derramando, segando,
cortando, desmembrando, degollar fue lo de menos, ¡qué odios tan ocultos
fermentando en la sombra!.
No se acabó el horror del tiempo de los cuchillos hasta que no cercenamos las
manos que los empuñaban.
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008-LAS PALABRAS QUE HAN USADO
(PARA Mª PILAR, IN MEMORIAM)
Miguel Cobaleda
21-03-2021
Ha fallado uno de los elementos de mi grupo fraterno –se ha desactivado– y los
demás nos hemos visto sometidos a una sensación nueva, algo terrible y
desolador. Los que saben me han explicado que se trata de “tristeza” (es la
palabra que han usado). Han añadido otras que yo tampoco conocía: desconsuelo,
amargura, tribulación... Al parecer hay muchas para decir lo mismo, el idioma es
muy rico para esta clase de sentimientos. “Sentimiento” es la palabra que han
usado.
He leído atentamente el folleto explicativo del diseño “fraterno” y no habla de
eso. Dice cosas como: “los hermanos –los elementos del grupo fraterno– son
compañeros de una parte esencial de la trayectoria vital, auxiliares de misiones
conjuntas, colegas de comprensión fundamental, apoyos generales para todo
cometido; son familia”. De esa cosa, la tristeza, la amargura, el desconsuelo,
de eso el folleto no habla. Pero los que saben me han dicho que sí, que la
tristeza es natural, es lo propio cuando se desactiva un hermano. “Hermano” es
la palabra que han usado.
No digo que el ingeniero constructor no sepa lo que hace, a tanto no llego,
quién soy yo para dudar de sus capacidades creativas... Pero la verdad es que,
si para la propia función fraterna esa sensación no es completamente esencial,
entonces... Aunque los que saben me dicen que sí, que los propósitos [los que
especifica el folleto: “compañeros de una parte esencial de la trayectoria
vital, auxiliares de misiones conjuntas, colegas de comprensión fundamental,
apoyos generales para todo cometido, familia”] se cumplen muchísimo mejor si los
elementos del grupo fraterno se aman entre ellos. “Aman” es la palabra que han
usado.
He preguntado, bueno, lo natural: “¿Y ahora qué?... ¿Al taller de
reconstrucciones? ¿Tienen que llevarla de vuelta a la fábrica para repararla ?
¿Cuánto tardan estos procesos? ¿Cuándo podrá estar de vuelta?”... Los que saben
me han explicado que no funciona así, que cuando falla un elemento y se
desactiva, es ya para siempre, que ese fallo es irreversible. “Irreversible” es
la palabra que han usado.
No consigo entender todo esto, los que saben emplean demasiadas palabras que no
comprendo y que no tienen sentido para mí. En fin, al parecer se trata de
nuestro mismo modo de ser, de nuestra propia naturaleza humana. “Humana” es la
palabra que han usado.
“La tristeza por la pérdida irreversible de un elemento fraterno es un
sentimiento humano” son las palabras que han usado. A mí, que casi no entiendo
nada de todo esto, me parece que no sólo son palabras.
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009-CONVERSACIÓN
Miguel Cobaleda
28-03-2021
A mí ya no me resulta raro que me hablen los alimentos que me dispongo a comer,
generalmente desde el plato mismo –a veces, previsores, desde la propia
bandeja–: sus gestos de exagerado dramatismo, horror sin nombre por el amargo
destino –puro teatro todo, qué mejor suerte–, lamentos y gemidos. En ocasiones
argumentaciones sutiles acerca de la pesada digestión, que si son o no son altos
o bajos en calorías, sus escasas propiedades tróficas, las sospechosas
componendas de su elaboración, los nunca bien documentados ingredientes... Me
sirven de música de fondo mientras mastico y, puesto que como solo en una mesa
aislada, es una forma de distracción que no me desagrada.
Pero cuando incluso las alubias se han permitido insinuar ciertos tímidos
reproches... (En este caso fueron ruborosas insinuaciones sobre los procesos
fisiológicos de la generación del metano), en fin...
Dicen los enfermeros que es natural que me hablen los alimentos, dado que estoy
loco, que no me preocupe, que no es para tanto. (Juego al tute con otro loco al
que le gritan todas y cada una de las motas aéreas de polvo flotante, con voces
diferentes, distinguibles, individuales; tiene una expresión facial de horror
permanente –aunque le soplan mis cartas y, con semejante ayuda, me gana
siempre–).
Por lo visto es que el aparato viene sin control de volumen, el Universo digo, y
te tienes que aguantar con toda clase de ruidos, voces y sonidos, susurros del
viento, piar de pájaros, gruñires, gañires, murmullos de lluvias y arroyos,
además de la maldita e inevitable cháchara humana incesante. Que es lo peor,
porque al menos las alubias me las como.
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010-TRANSPARENCIAS
Miguel Cobaleda
04-04-2021
Como les ha dado por hacer edificios transparentes, estamos jodidos. Con el
vértigo que yo tengo, ya me diréis.
Mi despacho está en el piso veintitrés, las paredes, los techos, los suelos...
todo invisible. Es un horror. Lo del suelo no me preocupa porque entre el abismo
y yo se interponen todos los que trabajan en los pisos inferiores; el cielo
tampoco (aunque más) por lo mismo, se interponen los que ocupan los pisos
superiores hasta la terraza del sesenta. Pero la fachada que da al puñetero
valle... Y son cincuenta kilómetros cuadrados de valle, más el océano infinito
que se ve desde aquí.
Hay timoratos y frígidos que hablan del pudor: “¡Oh, Dios mío, me ven todos
cuando entro en el baño!”... No seas gilipollas, hombre (o mujer), ¿quién va a
estar interesado en contemplar cómo cagas?... Lo grave es verlo todo desde cada
rincón, ser como Dios Omnisciente, contemplar el entero y puñetero planeta a tus
pies y tener que tragarte ese panorama tanto si quieres como si no.
Los primeros días he tapado las mamparas invisibles de mi despacho con cartones,
siquiera para poder irme haciendo a la idea, pero han empezado a mirarme con
burla y a fingir como que se desmayan ante mí (ya les daba yo vértigo a estos
cabrones), así que los he tenido que quitar y ahora nos vemos todos todo el
tiempo, que tampoco es que seamos tan hermosos ni tan amigos, joder.
Lo mismo que hay frígidos pudorosos, están los exhibicionistas de siempre:
sabedores de que todos lo vemos todo (¡qué angustia!), ahora vienen desnudos a
la oficina, pero desnudos total. Acaso penséis que qué bien si se trata de
hermosas y macizas mujeres o de hercúleos y proporcionados varones (para los
gustos se hicieron las anatomías), pero es lo que yo digo: cuando has visto, por
ejemplo, a la hermosa maciza ocho horas todos los días, si se sienta, si se
levanta, si entra, si sale, si mea... pues acabas mirando al valle por mucho
vértigo que te dé.
Ahora tele-trabajo todo lo que puedo. Cuando no puedo trabajar on-line desde el
refugio opaco de mi casa, vengo a la oficina con pasamontañas, gafas de sol,
antifaz de cartón, y forrado con abrigo, pantalla facial, mascarilla y guantes;
que se rían si quieren. Me la suda.