DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS
Miguel Cobaleda
01-01-2024
35-ELEMENTOS SOCIALES QUE CAMBIAN, I: LA
GUERRA
Según los historiadores y tratadistas bélicos las guerras admiten ciertas
clasificaciones evidentes por su origen, por su propósito e incluso por sus
concomitancias: guerras ofensivas y guerras defensivas, guerras de religión,
guerras civiles, guerras económicas, guerras locales, guerras mundiales... Si se
miran de cerca, muchas de esas clases de guerra no son de una clase, sino de
varias; algunas no se distinguen en la práctica aunque se distingan en el
concepto; otras empiezan por un sistema, siguen por otro y terminan por otro;
hay guerras que nunca acaban y hasta guerras que nunca empiezan. En el fondo
solamente hay dos clases de guerras, las guerras de exterminio y las guerras de
dominio: odio y poder.
Si la política es la forma de conseguir y mantener el poder a toda costa –desde
luego no es lo que se dice que es: la gestión honesta de la res pública–, la
guerra es, naturalmente, uno de sus instrumentos preferidos porque es la forma
más contundente de alcanzar el poder. Pero la política no aporta nada. Es
frecuente escuchar que la tarea política consiste en la administración de la
sociedad y en procurar el bienestar de los ciudadanos, preservando la paz, la
seguridad y la defensa de todos los derechos fundamentales.
Pero resulta notorio que tal cosa es falsa; la política real no se preocupa de
tales minucias excepto en los momentos pre-electorales –y sólo en ellos– y como
modo de preservar la posesión del poder. Por tanto, cuando la política hace la
guerra, es siempre en contra de la sociedad que dice proteger. Cuando la
política hace la guerra, puede que sea el componente racional de la misma, si es
que es razonable pretender el poder a toda costa y tratar de conservarlo caiga
quien caiga, pero en la mayoría de los casos es un proceso ilegítimo porque se
hace sin nuestro conocimiento, sin nuestro consentimiento y en contra de
nuestros bienestar.
¿Es cierto entonces que en la sociedad actual los corderos hemos entregado los
derechos fundamentales a dirigentes políticos y ni siquiera lo sabemos? ¿Es
cierto, pues, que el traspaso bélico encubierto de nuestros pagarés
fundamentales ha sido efectuado desde un usurero a otro sin que nadie nos diga
nada?... En el nuevo sistema de guerra eso será lo que suceda. En cuanto a
algunos cambios concretos, son y no son:
a) Las guerras convencionales usaban armas que tenían que ser esgrimidas por
soldados combatientes, da lo mismo si eran arcos, espadas y caballos, como si
eran acorazados, tanques o cazas de combate. Existen desde el siglo pasado
misiles balísticos intercontinentales capaces de rociar una nación –varias
ciudades de esa nación a la vez– con bombas nucleares de cientos de megatones,
los cuales misiles intercontinentales, como su adjetivo indica, atraviesan los
océanos sin que nadie a bordo los dirija.
b) En las guerras convencionales era primordial saber dónde se encontraba el
enemigo, información que era necesario recoger enviando jinetes, vigías
motorizados o incluso aviones de reconocimiento hasta los lugares de su probable
pre-sencia. En la actualidad hay aeronaves no tripuladas, con cámaras
ultrasensibles. Los drones no tripulados, dirigidos mediante control remoto –muy
remoto– pueden llevar cámaras, pero también explosivos, ya sean explosivos
convencionales o bombas químicas y biológicas cargadas de toxinas letales.
Las guerras políticas a veces se van convirtiendo en guerras económicas: la
guerra económica es no sólo menos cruenta y menos destructiva de los bienes
pasivos que el vencedor quiere ganar como botín colateral, sino también menos
visible y, por lo tanto, con menos contestación y protesta social. Se mantienen
guerritas locales y menores, sin embargo, porque una de las actividades
económicas más productivas es el tráfico de armas. Pero el verdadero negocio del
complejo militar/industrial es, sin embargo, otro, no consiste en fabricar y
vender los AK47 o los RPG que tanto salen en el cine, sino en fabricar y vender
portaaviones, fragatas anti-misiles, sistemas Aegis, tanques M1, aviones de
quinta generación, y sobre todo, ingenios nucleares de muchos megatones y
misiles capaces de llevarlos.
La gente civil –de los países afortunados– que se libra de la desgracia de las
guerritas locales, ni siquiera sabe que la guerra sigue haciendo de las suyas y
a escalas cada vez mayores. Los medios de comunicación sólo sacan en pantalla
las atrocidades de las guerritas. El nuevo formato de la guerra no es nuevo por
suprimir muertes y destrucciones, aunque las muertes y las destrucciones hayan
sido los aspectos más visibles y terribles de las guerra. Ni es nuevo porque no
se trate de perseguir el poder y conservarlo, que sí se trata de eso, como
siempre. Es nuevo porque se define por indefinición, no tiene contornos nítidos,
perfiles acusados, es un ir y venir de aumentos/reducciones y vaivenes del
poder, tanto en su ser como en su actuar, movimientos constantes como la
superficie de un océano de abismal profundidad.
Dado lo sanguinarios que somos, quizá la guerra no pueda faltar de la Historia
Humana, pero es indudable que se está convirtiendo en otra clase de guerra, en
otra clase de cosa (peor: dado lo terrible que es, la guerra nunca mejora).