DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS
12-LA CAUSALIDAD II/IV
Miguel Cobaleda
Dedico en Twitter cuatro ensayos al tema de la CAUSALIDAD, asunto de capital
importancia, y en estas exposiciones los comento –y amplío– a los cuatro: 1)
Metáfora. 2) Comparación. 3) Negación. 4) Explicación.
*** *** ***
2.- COMPARACIÓN.- En esta
segunda exposición abordo el tema del segundo ensayo.-
Los acontecimientos relativos al cambio de mentalidad (cambio de las ciencias,
de la cosmovisión, de la antropología, de la teología, de la sociedad...) que
sucedieron más o menos con las teorías de Galileo Galilei, de Kepler, más tarde
de Newton, suelen interpretarse en términos de matemáticas y empirismo frente a
elucubraciones esencialistas no empíricas ni matematizables, lo cual es natural
teniendo en cuenta que la tal matematización, comenzada ya con éxito por Galileo
y Kepler y llevada hasta su culminación por Newton, supuso un renacimiento del
saber científico y un impulso enorme que llega hasta nuestros días y los
trasciende. En la actualidad no se conciben saberes que no justifiquen sus
resultados mediante algoritmos y fórmulas, no sólo en ciencias proclives al tema
–todas las físicas, todas las químicas, las propias matemáticas, por
supuesto...–, incluso en ciencias tan alejadas de él como la psicología, todas
las historias, todas las antropologías...
Las ciencias que por su naturaleza escasamente algebraica tendrían vedado, en
principio, el territorio de los algoritmos, cual es el caso de la sociología, se
las ingenian para matematizarse mediante la estadística, haciendo de ella un uso
global y convirtiéndola en la base fundamental de sus investigaciones. Por otra
parte, los saberes que contemplan un territorio inmenso –si no infinito– y
pretenden manejar cantidades ilimitadas de datos y observaciones, acuden también
a la estadística para poder presentar “resultados en cifras” –es el caso de la
meteorología y de la ciencia política, por ejemplo–.
En esa etapa renacentista a la que me refiero, aunque parezca que el cambio fue
solamente uno, en realidad fueron muchos cambios de diferente importancia y
ocurridos en distintos niveles de la vida cultural y del devenir de la historia.
Para hacer una lista –no exhaustiva– de dichas mutaciones, estudiaré el tema en
base a la comparación entre la causalidad y la estadística (entre la metafísica
y la matemática), que ahora –y desde entonces– se disputan el papel protagonista
en la investigación científica. Aunque la verdadera disputa sucede entre los dos
modos de interpretar fenómenos complejos, la causalidad por parte de la
metafísica, la estadística por parte de la matemática, en esta lista de aspectos
me refiero tanto a las dos contendientes concretas, la causalidad y la
estadística, como a sus tribus nativas, la metafísica (con ontologías,
teologías, cosmologías...) y las matemáticas (con sus aritméticas, geometrías,
álgebras...).
1. Mirada interior, mirada exterior.- Suelo poner el ejemplo de
la física del movimiento. En la física basada en la metafísica, lo que contaba
principalmente era el punto de partida ontológico del fenómeno físico, mientras
que en la física basada en la matemática lo que cuenta es el lenguaje algebraico
en que se expresa el fenómeno. [Para Aristóteles,
pongamos por caso, la única explicación posible del movimiento consistía en
averiguar de qué estaba hecho ónticamente el móvil, respondiendo a esa pregunta
que de una mezcla de acto y de potencia, de donde resultaba que el movimiento
–de ese móvil en concreto– consistía en que pasaba de estar en potencia a estar
en acto respecto de aquella cualidad que estuviésemos estudiando; y, en general,
el movimiento consistía en pasar de estar en potencia a estar en acto. Para la
física galileana y posterior, la explicación consiste en medir los parámetros
del movimiento, el espacio recorrido, el tiempo invertido, la velocidad, la
aceleración.] Si una postura mira el interior del ente que se mueve, a la
otra sólo le importa medir los parámetros mensurables del movimiento mismo,
haciendo abstracción de la definición ontológica del objeto que se mueve. Un
escalpelo metafísico por aquel lado, un metro y un cronómetro por éste.
a. Si nos fijamos bien, ninguna de las dos explicaciones explica nada. Trataré
de mostrar en este breve ensayo que en la investigación –se afronte como se
afronte– sucede como con las preguntas de los niños, que siempre hay un “¿por
qué?” detrás de cada “porque...”, que nunca se acaban y que la verdadera
explicación/término del proceso investigador, jamás llega. Si la física actual
ha renunciado al “¿por qué?” para interesarse únicamente por el “¿cómo?”, es
natural que no responda a la primera pregunta. En cuanto a la metafísica que sí
se interesaba por el “¿por qué?”, se queda en la primera respuesta, en todo caso
en la segunda (cuando asigna al Acto Puro el impulso de todo movimiento), pero
no termina de dar cuenta de en qué consiste estar en potencia, ni de en qué
consiste estar en acto.
b. Quizá no sea posible por las dos razones evidentes: porque la naturaleza es
inagotable y siempre esconde recovecos detrás de los recovecos. Y porque nuestra
curiosidad es insaciable, siempre quiere averiguar qué hay detrás del revés de
todos los reveses. Ningún “tapiz” consiste solamente en el haz, todos tienen
envés porque así es la esencia del “volumen real”; ninguna respuesta responde a
todas las preguntas porque –a pesar de lo que sugieren nuestra infatigable
curiosidad y la historia entera del saber humano– las respuestas nunca son de la
misma tribu que las preguntas y sucede [como en el pueblo del Señor Cayo: “si
hablas con ése otro, no hablas conmigo” [Miguel
Delibes, EL DISPUTADO VOTO DEL SEÑOR CAYO]; si eres de la tribu de las
preguntas, nunca encuentras las respuestas que esperas porque son del otro lado
de la realidad; y si eres de la tribu de las respuestas, nunca te tropiezas con
las preguntas a las que podrían responder. Las preguntas a las que responden tus
respuestas, no existen; las respuestas a tus preguntas, tampoco.
2. Atender al ente concreto, atender al enjambre colectivo.-
Mientras la causalidad se centra en la concreta relación que hace que una causa
cause un efecto, la estadística acumula inmensidades de datos, cuantos más
mejor, la cantidad del número es la que manda, si la base de computación es
enorme los resultados predictivos serán más fiables. Quizá sea ésta la
diferencia más notable entre ambos procedimientos, y también la más sorprendente
y difícil de interpretar. Puede comprenderse la relación que la investigación
metafísica establece (al menos en una primera mirada, ya he dicho que, en el
fondo, ninguna de las explicaciones explica) porque parece acceder al nexo que
desde una causa produce un efecto; pero no se entiende bien por qué los grandes
números sirven para predecir fenómenos concretos. Justamente estas palabras
–“fenómenos concretos”– nos hacen caer en la cuenta de que la estadística ni
atiende, ni le importan, ni dice nada de los fenómenos concretos. [Cuando
analiza los datos del tráfico en diferentes fechas-puente y totaliza con
porcentajes, por ejemplo nos dice que en tal fin de semana salieron de viaje
seis millones de vehículos, un 0,005% sufrieron accidentes, de los cuales el 45%
se produjeron a causa de la velocidad excesiva, el 30% a causa del alcohol y las
drogas, el 10% a causa de distracciones al volante y el restante 15% por
diversas causas, en ningún caso investiga minuciosamente un dato concreto, se
limita a sumar las cantidades que los informes reflejan como resumen de sus
análisis in situ.] La estadística no puede, aunque quisiera, entrar en
los detalles de esos informes, recoge números y los cocina para dar tantos por
ciento.
a. Lo primero que sorprende es que la estadística sea un instrumento de
análisis, ya que no analiza, no profundiza, ni siquiera se interesa por cada
fenómeno concreto, que se diluye en una masa numérica dentro de la cual no
significa nada. ¿De qué modo pueden el estadístico que hace la suma, el
científico que analiza esos datos y el administrativo que los recibe, tenerlos
en cuenta para futuros desempeños?... Lo más que pueden hacer –lo hemos visto
repetidas veces– es decirle al futuro conductor de fin de semana que mejor que
no beba ni se drogue, que mejor que no vaya más deprisa de lo permitido... que
mejor que no salga de casa [o si se prefiere un ejemplo distinto: que mejor que
no tenga contactos que puedan contagiarle, que mejor que guarde la distancia de
seguridad, que mejor que lleve mascarilla... que mejor que no salga de casa, que
mejor que no respire...]. En España, país africano tercermundista donde los que
mandan se creen dios todopoderoso y el summun plus de la genialidad, los
funcionarios al cargo del tráfico ¿aconsejan?... ¡no: obligan! a lo último,
poniendo limitaciones legales de velocidad que son simples despropósitos y
despóticas prohibiciones [o dictando confinamientos que aplastan derechos
constitucionales]. Pero el problema teórico subsiste, claro (esos funcionarios
no sabrían no ya plantearlo, ni tan siquiera reconocerlo): la estadística, en
cuanto a los casos concretos, solamente confunde, ni explica ni resuelve, porque
inocula en la mente del investigador in situ los prejuicios difundidos por la
propaganda estadística que, naturalmente, redundan en confirmaciones de sus
propios pronósticos. [El agente de tráfico que
investiga un accidente reciente lo que tiene en su cabeza son las resumidas y
pretendidas causas de la siniestralidad en carretera, de forma que supondrá en
primer lugar que el conductor iba ebrio o drogado; si se comprueba que no o no
lo parece, seguramente se tratará de exceso de velocidad –y ésa será su versión,
la cual de acumulará cuantitativamente a la suma general de la simplificación
estadística–, pero nadie se molestará en notar el bache de la carretera que ha
obligado a las ruedas tractoras del vehículo a derrapar]; entre otras razones
porque el estado de la vía es responsabilidad directa de los colegas mandamases
del funcionario de tráfico que dicta las normas EN ATENCIÓN A LA ESTADÍSTICA Y
SÓLO PREOCUPADO POR EL BIEN COMÚN. El conductor es el culpable, ha excedido el
límite, ha incumplido la norma; el paciente es el culpable, se ha contagiado por
abrazar a su hijos, por incumplir la norma, ni los gobernantes ni los
científicos tienen la culpa]. ¿No? ¿De que no se investigue la causa real
de cada caso concreto, se comprenda de verdad el fenómeno y se pongan los
remedios que el examen causal aconseje? Abrazados a la estadística están a
resguardo dentro de sus burladeros mientras la bestia salvaje de cada caso
concreto campa tranquilamente por el ruedo, sin que su pereza, su desidia y su
ignorancia sean jamás acusadas.
b. Con su preocupación por el enjambre colectivo, la estadística cree atrapar y
comprender unas reglas del juego de más elevado nivel que las reglas del juego
digamos “normales”, una especie de super-reglas, profundizando en los cimientos
mismos de la naturaleza y su esencia. Es decir, los especialistas que la usan no
admiten que su instrumento matemático esté mucho más lejos de la comprensión de
los fenómenos que la causalidad, sino más cerca, más en lo hondo, más en lo
fundamental. Nos acercaremos a este planteamiento desde otra perspectiva en
items siguientes.
3. El fondo y la forma, el contenido del lenguaje y el lenguaje, la
realidad estructurada y el sistema formal que la estructura, en fin: lo
intrínseco y lo extrínseco.- Muchas veces me he ocupado del lenguaje
–especialmente del matemático, del que tanto presumen las ciencias– en todo tipo
de ensayos anteriores, sobre su naturaleza y, muy especialmente, sobre sus
límites. Es hora de volver al asunto, aunque mirando desde otra atalaya. La
causalidad pretende que su investigación se centra en el fenómeno concreto, en
la relación causal concreta que se establece entre una causa concreta y sus
concretos efectos; y que lo hace con un berbiquí que horada el hueso exterior
del fenómeno para entrar de lleno en su esencia. De este modo, sostiene, lo que
se consigue es el conocimiento de dicha esencia, se captura la entraña verdadera
del fenómeno. La estadística admite que acumula y maneja grandes números, y que
lo hace desde un mirador extrínseco. Ahora bien, esta herramienta matemática
cree poder conseguir mejores resultados porque adquiere dos consecuencias
fundamentales: reglas de nivel superior, más primordiales que las directas “de
andar por casa” de cada fenómeno concreto; y una relación radical entre su
sistema de reglas primordiales y el sistema de reglas directas, de tal forma que
éstas dependen y se fundan en aquéllas.
a. Lo primero que se aprecia cuando se investiga la estadística, es la escasa
conexión existente entre sus generalizaciones y los casos concretos existentes.
Cualquier conductor sospecha de un juicio estadístico que suma millones de
vehículos, cientos o miles de incidentes, docenas de causas, y los reduce a
tantos por ciento, sin haberse acercado jamás ni a su vehículo –a ninguno–, ni a
la carretera por la circula –a ninguna–, ni a las circunstancias del viaje que
realiza –a ningún viaje–. Cuando la meteorología anuncia para mañana sus
“probabilidades” climatológicas, el usuario ya sabe que lo mejor es prescindir
de esas globalizaciones y mirar al cielo de madrugada cuando se levante. Y los
asustados habitantes de la Isla de la Palma (escribo esto en los meses de
septiembre y octubre de 2021, cuando el volcán Cumbre Vieja está destruyendo una
parte de la isla) saben que las estadísticas de los vulcanólogos (¿?) no
significan nada. Hablan de las “normas habituales de los volcanes de las Islas
Canarias”, de la “duración media de sus erupciones”; ¿qué significa tan cosa?...
Si la duración media está, pongamos, en dos meses, si ha habido muchas, eso
quiere decir que algunas habrán durado un mes o pocos días, otras habrán durado
tres o más meses, por lo que el actual episodio puede durar cualquier lapso,
desde el límite inferior hasta el superior. Pero no, porque puede ser un nuevo
dato, durar siete veces más, por ejemplo –hay volcanes siempre activos que jamás
se apagan–, y obligar a cambiar la cifra de la “duración media”.
b. Habiendo, pues, dos series de reglas, la de los fenómenos mismos –en la
medida en que hayamos podido estudiarlos intrínsecamente de uno en uno– y la de
las globalizaciones estadísticas, se puede sostener que no hay relación ninguna
entre ambos sistemas de reglas –no hay evidencias de la conexión–, o se puede
sostener que sí hay relación –no hay evidencia de que no la haya–. [Es
exactamente el mismo caso de la astrología, cuando explica que tu pareja te haya
dejado en junio por la conjunción de dos planetas en su decurso orbital y la
situación de cuatro estrellas según el perfil que dibujan en el cielo: no hay
evidencia de la conexión, ni hay evidencia de que no la haya. ¡Pero sí que hay
evidencia de que las tales conexiones no existen! ¡La explicación astrológica no
acierta!... Bueno, a veces acierta, del mismo modo que a veces la meteorología
acierta, y son esos aciertos la única “garantía científica” de la estadística
que, en mi opinión, es una astrología con pretensiones].
c. La causalidad tampoco consigue que sus resultados sean indiscutibles cuando
investiga un fenómeno concreto, no sólo porque no puede pretender extrapolar el
resultado de un caso a la totalidad de los casos (que sí, lo pretende, como
veremos más abajo, y es una de las diferencias fundamentales entre los dos
instrumentos), sino porque el mismo resultado del estudio de un fenómeno
concreto sí es discutible. En los ensayos III y IV de este conjunto de trabajos
sobre la causalidad, entraré en las críticas que la física moderna le hace a
este concepto, en cómo la causalidad puede ser tildada, con razones, de
“causalidad indecisa” o de “causalidad de ida y vuelta”, del sorprendente
supuesto de que lo mismo que se va desde la causa –primero– al efecto –segundo–,
se puede ir desde el efecto –primero, anterior a su causa– a la causa –segundo,
posterior a su efecto–; yo mismo he postulado esa rareza sin necesidad de
apoyarme en la relatividad ni en la cuántica. No voy a eso ahora. Que la
causalidad no consiga resultados indiscutibles ni siquiera en la investigación
de un suceso causal concreto significa que no llega al fondo de su pozo natural,
que sigue siendo posible horadar más allá de donde la causalidad detiene su
perforadora de fenómenos. Los metafísicos antiguos y medievales (sobre todo los
teólogos) fueron de causa en causa hasta lo que llamaron la Causa Primera
–Dios–, en un intento por finalizar el proceso y dar una respuesta definitiva. [Sucede
lo mismo que con las demostraciones geométricas –o de cualquier tipo, en
realidad– que demuestran un teorema por medio de otro teorema anterior, y éste
por otro, hasta que la cadena –que no puede sustentarse en una infinidad de
eslabones– desemboca en axiomas primitivos que no pueden ser demostrados, que se
basan en la evidencia (y que son derrumbados de cuando en cuando, como en el
caso de las Geometrías No–Euclídeas, dejando todo el edifico sustentado en... el
aire)]. Pero es que la relación causal misma, la individual concreta de
una causa causando su efecto, es muy discutible, ya sin mirar más allá a la
cadena de causas ni a la posible extrapolación del proceso a regiones
universales. Hay un discontinuo, un salto –yo he pretendido negar esto aludiendo
a un conducto que une ser-a-ser la causa y el efecto, del mismo modo que
Plotino, perdón por la comparación, pretendió resolverlo mediante la
emanación...–. La única solución teórica de este asunto, para evitar dicho
salto, es un pan-enteísmo que conlleva aventurarse en regiones salvajes,
peligrosas y, encima, obsoletas. Ese salto relega la causalidad al paisaje de la
magia, ésa es la verdad. Es un truco de jorguín: o lo admites como un niño
embelesado ante los manejos del mago, o lo discutes y... entonces te cargas la
magia y sigues sin admitir que el salto sea posible.
d. Cuando el maestro Aristóteles nos dijo que la ciencia consiste en conocer los
efectos por sus causas, estaba pretendiendo trascender cada caso concreto para
llegar a una ley epistemológica general. Era pura metafísica. Y así siguió
siendo la causalidad, una pretensión de universalidad, [una
flecha incendiaria que parte de un arco concreto pero que pretende incendiar el
granero infinito del conocimiento]. Ni consigue conocer a fondo el caso
concreto del que se ocupe –como acabamos de ver más arriba– ni podría, aunque lo
consiguiera, extrapolar ese resultado al conjunto general de los sucesos. Hay
que tomar partido: o cada ente es una participación particular, característica y
propia del Ser, o cada ente es el propio Ser que es siempre el Ser en cada ente.
O somos partidarios de la individualidad concreta o somos pan-enteístas. Si
decidimos lo primero, entonces la particularidad no puede extrapolarse al
conjunto, la inducción abierta carece de sentido (nótese que estoy tirando a la
basura la historia completa de las ciencias positivas); si decidimos lo segundo,
entonces cada caso particular es todo menos particular, es todos los casos, cada
caso es el todo (nótese que estoy borrando cada posible individualidad). Aunque
claro, podemos hacer lo que hacemos siempre y han hecho las ciencias actuales,
decir que estas elucubraciones son absurdas –versos sin rima, sujetos sin
objeto, mensajes sin contenido, signos sin significado...– negarnos a perder el
tiempo con bizantinismos y seguir a lo nuestro.
e. A cuenta de las dificultades de la propia causalidad –que acabo de reseñar–
y, sobre todo, por los cambios en la mentalidad científica, la ciencia
renacentista y posterior ha ido incorporando el lenguaje matemático a la
investigación, conteniendo en su mochila tres problemas (o tres dimensiones):
i. Al abandonar o distanciarse del estudio inmediato del fenómeno concreto y
traducirlo a los símbolos de un lenguaje formal, la investigación ha sustituido
el estudio del fenómeno por el estudio del lenguaje formal en que se expresa el
fenómeno (pretendiendo que se trata de una abstracción o escala de nivel en la
cual se comprenden todos los niveles más bajos).
(1) Las reglas del sistema lingüístico –en especial la estadística, pero todos
los sistemas lingüísticos en general, desde la aritmética al álgebra, desde la
química a la lógica– son de un nivel muy general, lo que significa, según la
ciencia actual, que esas reglas son las que determinan el comportamiento de las
reglas de nivel más elemental, de tal modo que la relación es de dependencia y,
por lo tanto, conocer las reglas del nivel superior garantiza el conocimiento de
las reglas del nivel natural.
(2) El fundamento de esa supremacía de las reglas de un nivel sobre las del
nivel inferior es que las más amplias se fundan en métricas globales. Este
expediente, que debería poner en duda la relación entra ambos sistemas de reglas
porque significa que el global nunca desciende hasta el natural, es usado, no
obstante, por los estadísticos para garantizar la verdad y seguridad de su
herramienta.
ii. Tienen que aceptar –a regañadientes: o los silencian y miran para otro lado
como los políticos pillados en cínicas mentiras, o los niegan y sostienen que
son ficticios– los ataques severos en contra de la integridad, seguridad y
eficacia de los tales sistemas formales.
(1) Primer ataque sustancial.- La paradoja de Bertrand Russell [Bertrand Arthur
William Rusell, 1872-1970] que destruyó la Teoría de Conjuntos de Georg Cantor
[Georg Ferdinand Ludwig Philipp Cantor, 1845-1918] y Gottlob Frege [Friedrich
Ludwig Gottlob Frege, 1848-1925] (que no expongo aquí porque es conocida y muy
famosa). Quedó inhabilitada a pesar de su elegancia, el propio Frege concedió
que sus teorías no servían para nada.
(2) Segundo ataque sustancial.- El teorema y la proposición J de Gödel [Kurt
Gödel, 1906-1978], que dejaron aterida a la propia Aritmética cuando demostraron
que un lenguaje formal puede ser consistente (no contener contradicciones) o
completo (contener la totalidad de las proposiciones que le corresponden –que se
pueden deducir dentro de él–) pero no ambas cosas a la vez: si es completo,
contiene contradicciones; si hacemos arreglos para que no las contenga, entonces
se vuelve incompleto.
(3) Corolario.- La famosísima frase de Kronecker [Leopold Kronecker, 1823-1891],
“Dios inventó los números, todo lo demás lo ha hecho el hombre”, es
absurda, Dios no inventó los números, ficciones mágicas que, en mi opinión,
están por inventar, lo que tenemos de ellos [es como el programa impreso de un
concierto futuro, anuncio de melodías que ya tienen nombre y que hasta podemos
tararear o fingir que dirigimos con orquestas fantasmas, pero que aún no suenan
en la realidad de un auditorio verdadero].
iii. Las exigencias que van presentando esos lenguajes en su desarrollo –y que
los científicos tienden a interpretar como sucesos intrigantes y problemáticos
del propio sistema natural– son la causa de que de cuando en cuando se vean
obligados a cambiar de paradigma.
(1) Me parece de toda evidencia que, si en realidad el estudio se hiciera sobre
el sistema natural y no sobre el lenguaje que lo interpreta, nunca sería
necesario ese cambio, que viene exigido por los problemas que el propio lenguaje
contiene.
(2) La inevitable confrontación con los problemas contenidos en el lenguaje
formal en que se traduce el sistema natural –antes de tirar el lenguaje a la
basura y cambiar de paradigma– lleva muchas veces a la ciencia a territorios
que, siendo paradójicos y misteriosos, llenos de prodigios y maravillas, no son
sin embargo el territorio del sistema natural. La mecánica cuántica puede
pretender que la que es cuántica es la realidad física del micro-universo, no su
propio lenguaje. Pero no conviene olvidar que todo ese extraño mundo apareció
cuando se pusieron a darse de trompazos teóricos las dos hipótesis –teorías
explicativas– corpuscular y ondulatoria del fenómeno luminoso. Y que si no hay
otras teorías además de esas dos, quizá sea porque no se nos han ocurrido, no
porque no sean posibles. [Una tribu africana podría
acaso sostener que la luz es una soga continua de cristal que a la vez se
propaga y se ondula según un esquema preciso que los chamanes de la tribu
conocen, sólo ellos, y se pasan secretamente de chamán en chamán. En mi opinión,
la luz es un poema sustancial que ilumina cuando se recita y produce tiniebla
cuando no se recita... La noche y los eclipses son silencio, el ardoroso
mediodía es simple ruido, aunque poético, claro. Y hay un haiku de la poetisa
japonesa Chiyo-ni [Kaga-no-Chiyo, monja budista, 1703-1775] que sostiene que la
luz –y el todo– es un invento de las luciérnagas; su escueto y bellísimo
testamento dice: “El agua cristaliza, las luciérnagas se apagan. Nada existe”].
Así que.
4. Desde lo concreto a lo general, desde lo general a lo concreto.- Ya he
adelantado este asunto en el item “d” del punto “3" del presente ensayo. Insisto
en el tema porque me parece que es la auténtica revolución galileana, el cambio
verdadero que se produjo en el Renacimiento. Se consigan o no (yo creo que no se
consigue ninguno de los dos objetivos) los propósitos del sistema antiguo y del
sistema moderno son opuestos, aunque son el mismo; en el caso del sistema
antiguo partir de los estudios esenciales completos de cada fenómeno particular
para establecer leyes generales o, al menos, reglas colectivas de uso; en el
caso del sistema moderno partir de generalizaciones formales (lingüísticas,
aritméticas, algebraicas, estadísticas...) para interpretar los fenómenos
particulares. En ambos casos se pretende establecer una base para hacer
predicciones científicas –la ciencia aplicada es el verdadero motor implícito o
explícito de toda investigación a escala social, aunque los investigadores
concretos se engañen sobre la actividad supuestamente “pura” de su afán de
saber–.
a. Las predicciones que hace la ciencia, la de siempre y sobre todo la actual,
se cumplen con una exactitud que admira, aunque eso sí, cuando sigue los
procedimientos causales inveterados, no cuando se ve obligada a utilizar los
instrumentos lingüísticos y estadísticos actuales. Porque cuando tiene, quiera o
no, que usar la estadística, las tales predicciones son siempre...
meteorológicas. La exactitud de las causales es tan rigurosa que intuitivamente
se confía en ellas sin más averiguaciones, porque aciertan: si aciertan con
tanta constancia y con tanta exactitud, sin duda es que el procedimiento es
impecable. Al parecer, no tenemos otra piedra de toque para saber los quilates
de un método científico que averiguar si las predicciones que se pueden hacer
con los resultados obtenidos mediante ese método se cumplen o no se cumplen. Que
se cumplan siempre proporciona el contraste suficiente para dar ese método por
infalible, joya científica de verdad. Claro, el cumplimiento exacto puede
derivarse de que el método sea bueno, sí, pero no sólo: además tenemos que haber
acotado drástica, rigurosamente, el terreno en que se aplica el método, porque
si desparramamos el método por la totalidad del paisaje natural... entonces no
es que deje de hacer predicciones exactas, es que ni siquiera se puede utilizar
y [hay que acudir a curanderos metodológicos que –en su atrevida ignorancia– se
arriesgan con todo y cuyos resultados hay que tomarlos por lo que valen, unas
veces acertando, las otras sin acertar y siempre con mensajes difusos del tipo
“este mes los Aries haréis amistades, pero no siempre serán fiables, mejor
abstenerse de negocios dudosos”].
i. [Ejemplo 1.- La química es una ciencia exacta, sus
fórmulas son verdaderas formas – pueden prescindir del diminutivo peyorativo
latino–, sus predicciones son certeras, sus resultados son categóricos. Eso sí:
porque acota su territorio a lo que puede tratarse con ese método suyo tan
seguro, porque cuando se atreve con la extensión química que, a través de la
bioquímica, invade el ancho mundo... entonces tenemos a los “expertos virólogos”
diciendo lugares comunes basados en la estadística y manifestando que en
realidad no saben de la misa la media, tal y como hemos comprobado una y otra
vez en esta pandemia del Sars CvD2 que nos ha machacado sin que la “reputada”
ciencia haya podido predecir nada de nada, ni explicar nada más allá de lo que
consta en los manuales”.]
ii. [Ejemplo 2.- Obtienes intereses seguros cuando
contratas con una entidad bancaria –que no sea simplemente usuraria– el que
custodien tu capital a cambio de un interés garantizado. Será un dividendo
mínimo, incluso microscópico –ahora esas entidades están en modo confiscatorio
unilateral, sólo cobran y casi no pagan–, pero seguro. Ahora bien, si decides
arriesgarte al ancho mundo de las inversiones en bolsa, allá tú... si aciertas,
ganas más, pero puede que no aciertes. Y de cuando en cuando hay un crash
universal, los “pelotazos se van fuera de la cancha” y tu dinero se evapora.]
b. Por ahora no podemos predecir el futuro ni mediante el sistema de estudiar la
minucia para extrapolarla al cosmos, ni por el inverso de medir la globalidad
para tratar de interpretar la minucia. Nuestras predicciones se reducen al
rincón de la seguridad anticipatoria basada en un análisis causal del fenómeno
concreto –restringiendo el método a 2+2= 4, 3+3= 6 y poco más (entonces podemos
predecir con garantías que 4+4=8)– o se atreven con todo, lanzadas al riesgo de
la estadística global, y la sedicente ciencia nos abandona en medio del caos
cuántico susurrando en nuestro oído que lo mismo –y a la vez– puede suceder que
la causa cause el efecto, como que el efecto cause la causa.
Que es lo que trataré en el cuarto ensayo, el 14, sobre el análisis que hace la
Cuántica de la “causalidad superpuesta” o “causalidad indecisa”.