DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS
10-LA FLECHA DEL TIEMPO
Miguel Cobaleda
La simple experiencia vital nos convence de que el tiempo nunca vuelve hacia
atrás, de que la “flecha del tiempo” siempre apunta hacia el futuro. Si el
nacimiento es el principio y la muerte es el final, nunca sucede lo contrario.
En cuanto a la entropía, su pertinaz constancia en desordenar nos obliga también
a admitir el mismo sentido temporal, aunque haya “eventos”, incluso enormes,
como la evolución o la inteligencia que escapen –en cierto modo– del fluir de
ese río heraclitiano que nunca retrocede. En el paisaje inmediato de nuestra
existencia personal, y en el mediato de la historia de las naciones, la flecha
del tiempo sólo tiene una dirección y es la que manda sobre todos los
acontecimientos.
Pero conocemos también otros avatares a mayor escala, sucesos que nos hacen
dudar de si esa terca flecha temporal manda igualmente sobre lejanas galaxias y
sobre el cosmos pluriverso en general. Desde hace poco conocemos la distancia a
la que se encuentran de nosotros esos objetos estelares, la gran H. S. Leawitt
nos lo explicó [Henrrietta Swan Leawitt, 1868-1921, astrónoma y astrofísica
americana que descubrió el sistema para averiguar la posición y distancia de las
estrellas en base a sus cambios de luminosidad]. Sabemos que algunas de esas
estrellas que brillan en la noche están a miles de años luz de nosotros; así que
somos conscientes del hecho asombroso de que la luz que ahora vemos procedente
de ellas salió de su fuente hace miles de años, cuando seguramente nuestro
planeta, nuestro sistema solar y nuestra errante galaxia no estábamos aquí, en
este mismo sitio. Y que ahora que nos llega su luz, la estrella que la emitió
seguramente no se encuentra en el mismo lugar de donde el haz saliera hace todos
esos milenios. La idea de contemporaneidad se tambalea, ni siquiera acertamos a
plantear el asunto de las posiciones respectivas –la estrella, nosotros–
“verdaderas”, en cierto momento del tiempo... ¿del tiempo?... ¿de qué tiempo,
del nuestro, del de la estrella, de algún “tiempo esencial global” ajeno a cada
estrella y a cada nosotros? La inmensidad del espacio nos confunde sobre el
tiempo, sin necesidad de ser conscientes de que la Relatividad los convirtió a
los dos en compañeros de pupitre.
Siempre podemos usar la imaginación, pensar futuribles y hasta “pasadibles”,
dejar la lectura secuencial de las novelas para volver hacia atrás y releer
capítulos ya pasados como si no fuesen pasados. Podemos leer libros de historia
y mirar atentamente las fotos de nuestros abuelos. En fin, tenemos la memoria,
que es un artilugio diseñado para invertir la dirección de la flecha del tiempo.
De modo que sí: el tiempo sigue una dirección inmutable y arrastra “hacia
adelante” todo el escenario vital de la Humanidad en su conjunto y de cada
humano en particular. La máquina del tiempo –que existe y es imparable– es un
poco diferente de la que hay en las novelas, nos lleva a otros tiempos, pero son
siempre el futuro.
El lenguaje, por ahora tartamudo, de la física cuántica en su diálogo con la
Relatividad, ataca sin embargo las raíces mismas de esa flecha temporal, se
atreve a afirmar que cerca de las masas enormes el espacio se curva y el tiempo
se dilata para seguir ajustando el perfil. Si dos puntos de origen de sucesos
contemporáneos se encuentran a muy diferente distancia de una masa enorme, la
fuente de sucesos más cercana a la masa ralentizará su cometido, mientras que la
fuente de sucesos más alejada de la masa –recordemos que sus acciones son
contemporáneas– no se verá afectada por esa dilatación temporal:
* Así que dos sucesos contemporáneos serán uno anterior y otro
posterior, tanto si entendemos como si no este sinsentido.
* El suceso que no se ralentiza “ha avanzado hacia el pasado” del suceso
que se ralentiza. [El ejemplo –de ficción
cinematográfica– que ahora me viene a la imaginación es el de la película de
Supermán (SUPERMÁN, de Richard Donner, 1978, con Christopher Reeve, Margot
Kidder, Gene Hackman, Marlon Brando, Glenn Ford) que Lois Lane muere dentro de un
automóvil atrapado en una grieta y el héroe gira alrededor del planeta a una
velocidad –supuestamente superior a la de la luz– que le hace retroceder hacia
el pasado para poder salvar a su amor platónico.]
* La velocidad de la luz es un límite que no se puede traspasar.
[Explicación didáctica: la Relatividad viene a decir que la energía que se
introduce en un objeto en movimiento se convierte parcialmente en aceleración
del movimiento y parcialmente en aumento de la masa del objeto. A velocidades
bajas, lejanísimas de la velocidad límite, casi toda la energía se convierte en
aceleración y casi nada en aumento de masa. Pero según va creciendo la velocidad
del objeto, la proporción de nueva energía que se convierte en aumento de masa
va siendo mayor, y menor la cantidad de energía que se convierte en aceleración,
hasta que el sistema se acerca a la velocidad límite, en llegando a la cual toda
la energía que se introduce en el sistema se convierte en aumento de masa –hasta
ser infinita– y nada en aceleración –hasta ser 0–.] Por tal motivo no se puede
superar la velocidad de la luz, aunque... Ese “aunque” viene a rescatar el hecho
asombroso –muy usado en la ciencia ficción– de que hay algo así como ciertas
excepciones a este límite.
* La explicación que acabo de dar puede traducirse a otra versión del
mismo asunto pero en idioma distinto. Que la velocidad de la luz sea un
límite no traspasable se explica también por el hecho de que, cuando una masa es
enorme hasta el punto de que su atracción gravitacional es máxima (o su
curvatura espacial es completa, una esfera cerrada), cuando nada escapa de su
poder, es decir, cuando se trata de un “agujero negro” y la curvatura del
espacio es absoluta, la cuarta dimensión temporal de ese espacio colapsa, de
forma que todo movimiento cercano a la potencia de escape de la masa
gravitacional –todo movimiento cercano o igual a la velocidad de la luz– se
conserva en su velocidad sin ulterior aceleración –el tiempo ya no cambia, luego
cualquier parámetro que cambie en función del tiempo, por ejemplo la
aceleración, deja de poder cambiar–. [¿Ejemplo?.- La
interrogación viene a cuento porque no hay ejemplos fáciles para estos temas, de
forma que el que voy a proponer, más que un ejemplo verdadero, es una metáfora
didáctica que pretende solamente cierto paralelismo: Supongamos una gran plaza
pública, un espacio enorme, al cual acompañe siempre –como cualidad colateral
pero propia suya, y además de los perfiles de la propia plaza–, un tráfico
urbano ruidoso de motores, tubos de escape, bocinas, frenos...; supongamos que
en ese lugar pudiera un músico callejero presentar su arte y tuviese
oyentes/espectadores según la mayor o menor admiración que ese arte le
proporcione, o según fuese más o menos conocido por parte de la audiencia de los
medios de masas. Y supongamos que, a mayor cantidad de público congregado, mayor
tamaño del círculo de oyentes a su alrededor, menor tráfico rodado y menor ruido
del mismo. Pues bien, si el músico es casi desconocido, el círculo a su
alrededor será escaso, de corto radio y minúscula circunferencia, el ruido del
tráfico se mantendrá casi en su totalidad. Pero si el músico es sublime –o si es
famoso, habitual de todas las pantallas, incluso galardonado con laureles
universales– entonces el círculo a su alrededor puede llegar a ser máximo, esto
es, a completar –y cerrar– la plaza, reducido entonces el tráfico a la nada y el
ruido del tráfico al silencio. La fama y calidad del músico representa, claro
está, la masa gravitatoria, menor o mayor; la plaza representa el espacio que se
curva más cuanto mayor es la masa gravitatoria; el ruido del tráfico que es una
cualidad habitual propia de la plaza, representa el tiempo, cuarta dimensión del
espacio que cambia en función del cambio espacial y que, cuando el espacio se
curva –se cierra– por completo por el tamaño enorme de la masa (porque todo el
público se ha convertido en oyente), entonces ese tiempo colapsa y cesa (el
ruido se apaga). Un elemento que también hay que integrar en el ejemplo es la
luz, que no consigue escapar de la atracción gravitatoria de esa masa enorme que
ha colapsado el tiempo, pero que, si pudiera escapar, haría que el tiempo
retrocediese. Pues bien, supongamos que sobrevolase esa plaza en lo remoto de la
estratosfera y sin perturbar con su sonido el concierto, a causa de su lejanía,
una aeronave por completo ajena al suceso musical; cuando los músicos son
ramplones o desconocidos, no podemos creer que los viajeros de esa aeronave
tengan ni siquiera conciencia del hecho; pero si el concertista es de fama
mundial, acaso esa aeronave esté llena de admiradores que acuden volando a ese
concierto y se integran en el círculo de oyentes atrapados por la magia de su
arte. La atracción del evento es tanta que ese vuelo que circula por ese espacio
lo hace en función del propio evento, no ajeno a él, “atrapado por el
acontecimiento”. Pero si alguna urgencia de alguno de esos viajeros fuese tan
grande que le obligara a escapar del concierto y de la plaza... entonces
seguramente se procurará una grabación del acto y la volverá a ver empezando
desde el principio, como si retrocediera hasta el inicio de la audición musical.].
El supuesto –lógico, sí ¿pero real?...– que subyace a este tema es que si algo
pudiera –a pesar de todo– acelerar por encima de ese límite, pondría en marcha
el tiempo otra vez, PERO EN LA DIRECCIÓN OPUESTA, retrocediendo hacia el pasado.
Es ahora cuando la Relatividad “promete” que la perturbación del espacio/tiempo
mediante masas gravitacionales inmensas podrá producir hechos asombrosos:
* por ejemplo la diferencia en el origen temporal de dos sucesos contemporáneos,
de tal modo que uno de los dos pueda interferir en el otro “como si” actuase
desde su pasado (si lo que está siendo considerado es un par de sucesos
contemporáneos en su relación mutua);
* o por ejemplo la posibilidad de ir “a contratiempo” (si lo que está siendo
considerado es un solo suceso).