DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS
07-EL BIEN INDIVIDUAL Y EL BIEN COMÚN
Miguel Cobaleda
RESUMEN.- El bien individual, entendido de forma moralmente correcta, es
el bien común, cada bien individual concreto es el todo del bien común porque
éste no tiene sentido si no consiste en aquél.
[La creencia común inveterada –tribal– acepta
como una verdad indiscutible que el bien común –el bien de muchos o de todos– es
superior al bien individual, de uno solo. Esto puede haber tenido un sentido
ancestral cuando la supervivencia descansaba únicamente –si eso ocurrió alguna
vez– en el número, en el colectivo, en la fuerza de la tribu conjunta (digo “si
ocurrió” porque desde siempre la tarea creadora ha sido individual y muchas
veces –incluso en la remota antigüedad– era ese aspecto creativo y solucionador
de problemas nuevos, el que salvaba al grupo entero). Pero valga la excepción
ancestral por lo que tiene de experiencia primitiva y de supervivencia
problemática. Ahora bien, ya en las sociedades desarrolladas, desde la propia
Grecia Clásica hasta nuestros días, el bien común no puede pretender ese estatus
porque sin Tales o Anaximandro, sin Solón o sin Bías, sin Sócrates o Platón,
incluso sin Pericles o Temístocles, la sociedad hubiera seguramente colapsado,
el bien individual era ya más relevante –al menos en casos tan egregios– que el
bien común. Pero mi tesis no se sustenta en la existencia de individuos
excepcionales, que sirven sólo de ejemplos y de eso, de excepciones. Se sustenta
en la reflexión de que el bien común consiste en la protección, salvaguarda y
defensa de cada bien individual esencial. Cuando los derechos esenciales del
individuo son preteridos a cierto bien común nunca definido, siempre supuesto,
solamente estaremos justificando genocidios. Porque los derechos esenciales de
cada individuo son inalienables. El planteamiento falaz: “es justo que el
individuo muera para que se salve el grupo” adolece de dos defectos enormes
lógicos y morales: A) El grupo siempre se compone de individuos, no es un ente
superior de más alta categoría ontológica; un análisis ramplón e insuficiente
–propio del estado menesteroso actual de la sociedad humana– ignora que la
Humanidad es, desde el punto de vista moral, desde el punto de vista social y
desde el punto de vista histórico, un todo orgánico; que no lo sepamos aún, no
significa que no sea cierto; que olvidemos a cada víctima de cada vericueto
histórico de guerras, genocidios, masacres y holocaustos, no entraña que sean
irrelevantes o que cada una no sea esencial en el conjunto orgánico del proceso
humano; que creamos que cada vida es una mota de arena despreciable –invisible,
baladí, indistinguible– en un arenal infinito cuya entidad como conjunto es lo
que cuenta, no significa que ese arenal infinito sea infinito, que no se
componga de todas y cada una de las motas de arena y que cada mota de arena no
sea tan esencial para el conjunto como cada una de todas las demás. Lógicamente
hay que concluir que –si bien cada elemento casual de un montón: los clavos
oxidados sacados de un mueble viejo y metidos juntos en la basura, los folios de
diferentes expedientes juntados por casualidad en la bandeja de asuntos
pendientes... pueden ser suprimidos o cambiados de uno en uno sin que el montón
o el apiñamiento se resienta– las partes de un organismo no pueden ser
suprimidas o cambiadas sin que el organismo se detenga. B) La moral no puede ser
un protocolo colectivo nada más que en función de cada individuo; cuando se
achaca el mal a los colectivos, a las naciones, a las instituciones... es
siempre para suprimir la culpa individual, para que los moralmente responsables
se escuden en el grupo y pretendan una inocencia que no tiene sentido moral. El
mal es un resultado de la libertad individual, es el predicamento moral de actos
individuales, pretender lo contrario desemboca siempre en crímenes horrendos
cuya justificación primera es “soy un mandado” y cuya justificación final es “ha
sido necesario por el bien común”. A la moral accedimos al acceder a la
inteligencia y, a través de ella, a la voluntad y, con fundamento en ella, a la
libertad. Somos los individuos los que somos morales, moralmente buenos y
moralmente malos.]
Una idea universalmente aceptada mantiene que el bien común es superior al bien
individual. Se trata de una cuestión numérica, aunque hay tratadistas que dicen
que no sólo es numérica, sino cualitativa, que el bien común representa la
estructura social, no solamente el conjunto numérico del total de individuos que
componen el grupo, sino su sistema global y social, y que el todo es
esencialmente superior a la suma de las partes. No estoy de acuerdo con tales
tesis, pienso que el bien individual es superior al bien común en tanto que es
fundamento de éste.
1. El planteamiento “esencialista” de la superioridad del bien común sobre el
bien individual es cuantitativo y no cualitativo. Si vaciamos de individuos
concretos los municipios, las iglesias, las naciones, dejarán de ser, se borrará
su acción de la actualidad histórica y desaparecerá su sentido social. La
entraña misma de todas esas instituciones consiste en la consecución del bien
individual, de cada bien individual, y sólo en eso. Si deja de ser simplemente
cuantitativo, entonces se convierte en ilegítimo, liberticida, usurpador –y
muchas veces genocida–: la defensa del bien común –que ya no cuenta con los
individuos para nada– deja de ser del bien común y pasa a ser una usurpación que
los intereses privados del autócrata hacen de ese bien común=individual. Si algo
demuestra que el concepto “bien común” puede encubrir un engaño y perseguir bajo
cuerda que no se atienda al bien individual, es todo el conjunto de usurpaciones
que la Historia nos enseña.
2. El bien individual es más que su aspecto de singularidad, entraña otras
dimensiones. No solamente somos cuerpos, somos espíritus y, en tanto que tales,
el bien individual de cada uno comprende dimensiones que van más allá de la
satisfacción elemental de las puras necesidades físicas. Ciertamente muchas
revoluciones se han hecho a causa del hambre, de la escasez de recursos, de la
injusticia del reparto de los bienes materiales, sí; pero muchas se han hecho
por cosas como la dignidad, como el honor, como la libertad. Es en la
profundidad de la conciencia y en la unicidad del alma donde la libertad reside
y donde la dignidad se fundamenta.
3. La tarea creadora es siempre individual.- Desde luego hay labores para las
cuales el único sistema es la cooperación entre todos o, al menos, entre muchos.
Cuando se necesita fuerza bruta, o cuando la tarea a realizar es escalar y de
muchos pasos sucesivos, entonces cooperar es la única forma. Pero muchas veces
el enemigo es nuevo, o, si es viejo y ya ha sido precedido por otros parientes
similares a él, se presenta ahora con armas de nuevo diseño. Los seres humanos
propendemos a aprender de nuestras experiencias terribles preparándonos para
luchar contra ellas... que pertenecen al pasado y cuya amenaza no será parecida
a las de los nuevos enemigos. Se necesita algo diferente del esfuerzo colectivo
para dos tareas muy especiales, únicas y, sin embargo, imprescindibles: a)
Interpretar la amenaza actual, el desastre que nos ha acaecido ya, en términos
nuevos, con ojos nuevos. b) Descubrir (descubrir=inventar=diseñar=crear=recrear
a priori) la amenaza futura, lo novedoso de su ataque venidero.
4. Ninguna de estas dos tareas las puede hacer el grupo, no significan esfuerzo
conjunto, ni dispersión de la energía. Se necesitan ingenieros de lo
desconocido, investigadores de lo inexplorado... Se necesitan mentes que no
sigan protocolos de sucesivas etapas argumentales, sino que “brinquen” hacia la
oscuridad. El ejército colectivo, tan apto para tareas de fuerza, estaría aún
nadando en la sopa primigenia, sin inteligencia ni libertad, si no nos hubieran
obligado a salir las luminarias individuales poderosas que brillan –nadie sabe
cómo– en la absoluta oscuridad.
5. El bien individual no sólo es superior al bien común, sino que fundamenta ese
bien común que, sin el bien individual, ni existe ni tiene sentido. Mi tesis
sostiene que un solo bien individual es superior al bien común. Si el bien común
se opone al bien individual de un individuo concreto, ese bien común es inmoral
e ilegítimo.
a. Cuando hablo del bien individual de un individuo concreto, no me refiero a la
superficie material de la conveniencia del tal individuo. Por supuesto que el
bien común no es inferior a la avaricia de un sujeto, a su megalomanía, o a su
capricho. Ni siquiera es numéricamente inferior a lo que una justicia algebraica
determinaría como procedente y legítimo. Tampoco me refiero a que la
individualidad soporte desigualdades de dimensiones inmateriales de la
individualidad, como por ejemplo de la dignidad o de la libertad de que antes he
hablado. Con “bien individual” y su supremacía sobre el bien común me refiero a
las propiedades que son la esencia de la individualidad y que nunca pueden ser
anuladas por el bien común, ni siquiera preteridas a éste, pues son la esencia y
fundamento del mismo. La dignidad de un individuo, su libertad y su vida son
superiores al bien común en el sentido de que éste consiste en ellas.
b. El bien individual, comprendido de forma moralmente correcta, es el bien
común, cada bien individual concreto es el todo del bien común porque éste no
tiene sentido si no consiste en aquél. Si el bien común no radica en la
protección, defensa y justificación del bien individual, no sólo carece de
legitimidad, es que ni siquiera existe, no hay tal bien común.
c. Supeditar el bien individual, moralmente bien entendido, al bien común, es
destruirlos a los dos.