DESARROLLOS DE LOS MICRO ENSAYOS
02-FRONTERA ONTOLÓGICA
Miguel Cobaleda
Leed esta página por si resulto ser de esos pensadores en disposición de ofrecer
un principio de respuesta a las eternas preguntas, de dónde venimos, a dónde
vamos y en qué punto de ese trayecto nos encontramos; aunque el origen esté muy
remoto en el pasado y el destino más lejano aún en la niebla del futuro. Iré
paso a paso:
RESUMEN.- Somos contrabandistas del ser, habitamos el confuso territorio
fronterizo entre el país de las opiniones, pareceres, creencias, fantasías,
ideologías, por un lado; y el país de los hechos, lo dado, lo objetivo, de la
contundencia por otro.
1) Las fronteras.- Lejos de ellas se las percibe como absolutas, infranqueables,
abismos tajantes. Cuando nos vamos acercando comprendemos que son territorios
imprecisos, de difusa localización, no definidos. Un malagueño puede creer que
los habitantes de Amiens son de otro planeta, las dos ciudades distan miles de
kilómetros, los climas son diferentes, los idiomas distintos, las costumbres
dispares. Pero en la frontera de los dos países cada quien habla o chapurrea los
dos idiomas, en los pueblos fronterizos puede que la charcutería esté de un lado
y la ferretería del otro y hasta es posible que haya casas –anteriores o ajenas
al capricho político– que discurran de tal modo que la cocina esté en un país y
el comedor en el país de al lado. En el mundo físico biológico hay ejemplos
mejores; una piedra y un caballo: es fácil saber cuál es el mineral y cuál el
ser vivo; pero en la frontera de la vida ya no es sencillo; los virus, nuestros
enemigos actuales y ancestrales, pertenecen a los dos mundos y a ninguno, se les
puede desmembrar –inactivos–, y reconstruir –activos de nuevo–, cosa que no se
puede hacer (todavía) con la vida.
2) Nuestra situación tradicional.- Sabemos que una cosa es la fantasía y otra la
realidad, dos mundos separados por un abismo infranqueable. Definimos la
demencia como la confusión entre ambos y, cuando se da en grado menor,
desdeñamos a los soñadores que tienden a pensar que sus fantasías son reales,
que sus sueños locos o sus opiniones son verdades indiscutibles. Una opinión o
parecer es una creación intelectual basada en la fantasía, es maleable,
imprecisa, variable. Un hecho es un hecho, contundente, categórico. Las ideas
son opinables, los hechos son constatables. Siempre –hasta ahora– hemos estado
lejos de esa frontera, siempre la hemos entendido como infranqueable y absoluta.
3) Pero empezamos a acercarnos a la frontera difusa.- En este tiempo de ahora
(un ahora que se extiende en un terreno fronterizo anchísimo), estamos empezando
a convertir las opiniones en hechos y los hechos en opiniones, transitando sobre
la frontera como si no existiese, como si no fuera una contundencia física, sino
sólo una raya trazada caprichosamente sobre el plano del ser. En lugar de
aduaneros estrictos que cumplen a rajatabla las ordenaciones administrativas,
somos contrabandistas del ser que pasan –por ahora sólo furtivamente– de un lado
al otro en ambas direcciones sin tener en cuenta las extravagantes disposiciones
de los gobernantes de la realidad. Decididos a defender nuestro negocio
trans-fronterizo, no nos tomamos en serio las rayas trazadas en los mapas, no
creemos que sean abismos porque los cruzamos cada noche a pie enjuto. “Por ahora
sólo furtivamente”, esto es, estamos empezando, ensayamos nada más, somos
alquimistas todavía, no químicos, conseguimos pequeños logros que ni son
definitivos ni estamos seguros de lo que significan. Pasos menudos, sí, pero
estamos andando.
4) Las opiniones, ideas, argumentaciones, ideologías... convertidas en hechos.-
Un ejemplo sacado de la actualidad política nos puede servir –aunque maquillado
para que no sean reconocidos los protagonistas–. Si en una nación existe una
coalición de gobierno –alfa se construye, no beta, alfa se legisla, no beta;
alfa se realiza, no beta– y, de pronto, [por un cambio ideológico, mental, de
alguno de los miembros del partido de apoyo –que sufre una metamorfosis en sus
creencias políticas por la causa que sea, desengaño, interés...–] ese miembro se
pasa a la oposición, entonces el gobierno cambia –beta se construye, no alfa;
beta se legisla, no alfa; beta se realiza, no alfa–. Éstos son hechos, alfa ha
desaparecido y beta se ha consolidado. La causa –maleable, difusa...– ha sido un
cambio ideológico. Muchos ejemplos más hay en el territorio de la política y no
digamos en el de la economía –donde el delirio de un jerarca financiero se
convierte en una fluctuación bursátil capaz de enriquecer/empobrecer a
millones–; y en el de la ciencia, que cambia de paradigma –y re-interpreta los
¿hechos?– con harta frecuencia.
[Los medios de difusión masivos, con su
poderoso atractivo y su fuerza de convicción, están engendrando procesos
efectivos en los que causas no claramente físicas –psicológicas, socialmente
etéreas– están produciendo efectos físicos. El mejor ejemplo que se me ocurre es
el de un charlatán convertido en consejero privado de algún poderoso faraón, o
zar, o emperador. Si el tal deslenguado concibe en su grandilocuente fantasía la
idea de desviar un río porque sí, por manifestar el poder de su capricho, puede
aconsejar a su amo esa obra, llevarla dicho amo a cabo, y producir un cauce
nuevo, una masiva afluencia de recursos retirados de otros menesteres sociales,
pobreza, desolación, cambios en la propiedad, en el valor de los terrenos, en el
equilibrio de factores, en el sentido general de la vida y de la historia. O,
mejor/peor ejemplo: puede un loco genocida concebir el propósito de acabar con
una raza y empezar una guerra destructora y total. “Desviar una corriente”
ejemplifica el inmenso poder de las opiniones masivas, torrentes capaces de
torcer el curso –no ya de las aguas, cosa que hacemos con los ríos y podremos no
tardando hacer con los mares– de la HISTORIA, no sólo de la historia, ni
siquiera de la Historia, sino del curso entero de los sucesos generales de la
vida.]
5) Los hechos convertidos en opiniones.- Ahora un ejemplo del territorio de la
salud, aprovechando la presencia del SARS CoV2 entre nosotros. La enfermedad y
la muerte son hechos, no son opiniones, y son contundentes, brutales. ¿Pero los
tratamos como tales o los “interpretamos”, “reconstruimos”, “opinamos”,
“negamos”, como si no existieran, como si fuesen maleables y opinables?... No
solamente los jóvenes inconscientes o necios que desprecian las precauciones y
se juntan a cientos sin distancia ni protección; también los dirigentes que
están a sus intereses y, en lugar de combatir al enemigo, lo usan para
destruirse unos a otros. Incluso los científicos, dando un pésimo ejemplo de
dictámenes contradictorios –por tanto opiniones discutibles, teorías
cuestionables–, y de desorientación y cambios de rumbo hasta la anarquía general
y la confusión social. Mientras tanto el virus contagia, el virus mata, los
hechos continúan, me diréis. Sí y no: en términos físicos-biológicos sí, en
términos sociales no. El mundo en su globalidad está dando la espalda a los
crecientes millones de muertos (tragedia que no está siendo considerada como tal
tragedia), se mueve por motivos de política territorial –ideología, creencia–,
de comercio –transacción, variabilidad de las finanzas–, de ciencia nacional,
publicitaria, optimista y derrotista –variable, opinable, mudable–.
[Pero también puede el poderoso, usando los
medios actuales de propaganda/y/propagación, traducir los hechos en opiniones
mediante la contumacia en la mentira, en la negación, en el desconocimiento, en
la desinformación. Puede contar los muertos –debidos a su avaricia o a su
pereza– de a dos por tres, inversamente a las ofertas del supermercado, haciendo
que 100.000 muertos sean muchos menos... O achacarlos al opositor político, o
callarlos totalmente, o hacerlos aparecer como necesarios para el bien de la
patria, de la supervivencia de la raza o de la conformidad del dios integrista
al que finja venerar.]
6) El fácil paso de la opinión al hecho, el paso imposible del hecho a la
opinión.- Hemos podido comprobar que, si franquear la frontera desde las
opiniones a los hechos es política y económicamente fácil, franquearla en la
otra dirección, desde los hechos contundentes a las fantasías volátiles, es otro
asunto porque los hechos se muestran intratables. Así que procedemos a lo
primero y dejamos en suspenso lo segundo... para más adelante. Acrecentar
constantemente el territorio de lo fantástico puede conducir a la creación de un
mundo paralelo al de los hechos, un mundo que, en principio, no tenga relación
con el mundo fáctico, y que acabemos los seres humanos viviendo en una especie
de fantasía intelectual absolutamente etérea. El problema, claro está, es que el
otro sector, la realidad “de hecho”, siga insistiendo con su brutalidad y nos
golpee el rostro cuando estemos mirando las musarañas de nuestras ficciones, nos
descalabre, nos mate. Porque es imposible que, con esos instrumentos mentales
vanos, difusos y etéreos (con los que deambulamos por la irrealidad, pero sólo
por ella), podamos crear hechos nuevos, obligarlos a obedecer nuestros sueños.
Lector paciente que me has seguido hasta aquí: ya sabes que digo insensateces,
que hay cosas que jamás podremos. Por ejemplo, jamás conseguiremos el imposible
de que un chisme de muchas toneladas sobrevuele los océanos más deprisa que el
sonido llevando a cientos de personas y cientos de kilos de mercancías; nunca
lograremos el quimérico sueño de que puedas hablar con tu primo de Nueva Zelanda
que está a 20.000 kilómetros de distancia; nunca lograremos la fantasía de ver a
través de la materia opaca, por ejemplo a través de la carne humana sus órganos
internos, con lo bien que ese imposible le vendría a la medicina... En fin,
nunca conseguiremos comprender las misteriosas estrellas que, como todo el mundo
sabe, son mágicos agujeros en el telón de la noche. ¿No?... Ya estamos viviendo
esa transgresión fronteriza, ya estamos cruzando la frontera en ambas
direcciones, ya estamos obligando a los hechos obstinados a que dejen de ser
obstinados y se plieguen a nuestras fantasías.
[Este párrafo anterior muestra con toda
claridad que los seres humanos podemos traspasar –y traspasamos– la frontera
ontológica. Es eso lo que hacemos como tales seres humanos, es eso lo que somos,
la naturaleza que nos define frente a todos los demás seres vivientes. La
esencia de la cuestión, sin embargo, no reside en ese hecho, sino que descansa
en la dimensión moral que es otro de nuestros atributos: porque podemos usar el
poder de traspasar la frontera ontológica para remediar los fallos del ser, pero
podemos usarlo para aumentarlos. Puesto que somos la única especie viviente
capaz de intervenir en la corriente de la vida, podemos preservar el tesoro
genético heredado, o podemos destruir especies vivientes a razón de cuatro por
semana. Tenemos el poder pero no aún no tenemos la sabiduría. Traspasamos la
frontera ontológica, sí, pero por ahora solamente para contrabandear basura,
todavía no sabemos sembrar la luz en la oscuridad. Y no se sabe si alguna vez
sabremos.]
7) Conclusión.- Mi tesis fundamental, repetida en diferentes tratados, es que
creamos la realidad con nuestra razón y, aunque esa creación no la vuelve dócil,
sino que es rebelde y contumaz, evolucionaremos a un estadio superior en que la
haremos mansa, nuestra servidora y no nuestra señora. Que venimos de un pasado
remoto en que estábamos a merced de una nada intratable, y nos dirigimos a un
futuro lejano en que seremos los dueños absolutos de la realidad y del ser.
Imposible, sí; absurdo, desde luego. Bueno, pues en ello estamos.
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