COMENTARIOS A LAS ALEGORÍAS MELANCÓLICCAS

18-LA ALBÓNDIGA
Miguel Cobaleda


TEXTO.-


Hace muchos años circulaba por los centros escolares un escrito poliédrico que hablaba de todo y no hablaba de nada. Era estupendo para calcarlo en cualquier examen, porque contenía elementos de historia, historia del arte, ciencia natural, literatura, física, química, matemáticas...

[En aquella sopa de nociones locas lo mismo podías encontrar la fórmula del benzeno (C6H6 ) , algún trozo del argumento ontológico (Por lo tanto, si es posible, entonces existe), un detalle histórico (el relato de la batalla de Las Navas de Tolosa), los variados usos del “se”, o uno de aquellos versos de Virgilio: (“Sic vos, non vobis, melificatis, apes”) ]...

Se llamaba –o lo llamaban– “La Albóndiga” y su uso acreditaba, al menos, un aprobado, ya que ningún profesor podía asegurar que no contestaba a las preguntas del examen, dada la farragosidad, complejidad, vaciedad y variedad de su hueco mensaje. El análisis de ese discurso demencial no podía ejercerse desde ninguna sana teoría de estudio sintáctico, ya que, aunque solía concordar los sustantivos con sus adjetivos y solía poner sujetos a los verbos, la verdad es que el contenido argumental era indigerible, no podía ser objeto de ningún análisis.

Una de sus ventajas –aparte la citada de contestar cualquier asunto de cualquier examen–, es que no era necesario aprendérselo como tal, se podía tener una idea general de su función y cometido y proceder a efectuar imitaciones y semi-plagios en la confianza de que, si se mantenía el tono habitual de insensatez y barullo, serviría la variante lo mismo que hubiera servido el original. Podemos, pues, asegurar que en aquellos tiempos heroicos aparecieron –aunque nunca lograríamos hacer su inventario–, montones de variantes de La Albóndiga, cada una nacida al calor de un examen no preparado y bajo la inventiva de cerebros adolescentes que sustanciaban de ese modo su inequívoca vocación política.

Esta última frase viene a cuento porque ciertos políticos/as son los mismos que usaban aquellas variantes de La Albóndiga, o sus descendientes legítimos, o sus clones, o sus imitadores, o sus vástagos espirituales. Cuando hablan –coram populo– de sus creencias e ideologías, cuando prometen sus promesas de cambio social y bienestar futuro, cuando responden a preguntas concretas con respuestas fantásticas, lo que hacen es usar variantes de La Albóndiga, casi siempre peores que el original por la premura de la ocasión, por la pobreza de sus recursos mentales y estilísticos, y por la carencia absoluta de lecturas. Hay que reconocer que el original de aquel escrito memorable era bueno, no tanto por su estilo, su contenido o su estructura –en esos sentidos era indigesto y horrible–, sino en cuanto a su eficacia para los propósitos de su creación. No se puede decir lo mismo de las variantes torpes y poco documentadas de los políticos, las políticas y les polítiques (actualos, actualas y actuales), que contienen todos los horrores y errores de una absoluta falta de creatividad, añadida al hecho de que nadie cree lo que dicen, en parte porque no dicen nada y en parte porque lo dicen de una forma repelente y abstrusa, de modo que el propósito de La Albóndiga se incumple en el uso de estas torpes y necias variantes, sus usuarios no aprueban el examen.

¡Ah, ¿cómo que no?!... ¿Y, entonces, esos millones de votantes que, con los bolsillos vacíos por impuestos facinerosos, con las mentes confusas por ideologías grotescas y con el futuro negro de promesas ficticias, les votan, no obstante, al grito de “son los míos”?...

Esos votos incomprensibles se producen EN CONTRA y no a favor del discurso. Es A PESAR de La Albóndiga y no por ella; esa mixtura insensata de carnes podridas de diferentes alimañas no produce feligreses, al contrario, los aleja, de forma que hay que apuntar en su debe los votos que hubieran podido ser y no son, en vez de felicitarse por los que sí son aunque hubiesen debido no ser. Los que votan a esos loros mendaces, lo hacen a sabiendas de que las variantes bastardas de La Albóndiga original no contienen verdades –han llegado al extremo de que ni siquiera contienen mentiras; ¿cómo decirlo?... no contienen sintaxis, ni siquiera perpetran alguna suerte de lógica macarrónica–, pero son las perlas salidas –escupidas– por las bocas de “nuestros” dirigentes/os/as.

Yo aconsejaría a “nuestros” dirigentes que dejasen de usar esas variantes del guiso albondiguero porque no sirven nada más que para retratar las telarañas polvorientas de sus cerebros y para acreditar –desacreditarla más es ya tarea imposible– la falta total de rigor intelectual y cultura general que el ejercicio de cierta ficción política implica.

COMENTARIO.-

Lo más sorprendente de todo esto –y del momento actual de la confusa, asombrosa, realidad política de España hoy (Domingo 24-09-2023)– es la cantidad de adeptos=votantes que reúne ese comportamiento político necio, hueco, falso, ineficaz, mendaz, ladrón y perverso. Con la excusa, ya citada, “Pero es que son los míos”, toda esa caterva de millones de votantes se entregan a un Amo que nunca va a mirar por los intereses de estos prosélitos engañados, ya que sólo mira por y para sí mismo, y aprenderán en el futuro a su costa, que han entregado su primogenitura por un plato de lentejas podridas y llenas de bichos.

Este proceder es el que necesita explicación. No desarrollo aquí la misma porque vuelvo a tratar este asunto, con mayor detalle, en las alegorías número 24 (Alegoría de perder ganando, I) y 25 (Alegoría de perder ganando, II).

 

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