COMENTARIOS A LAS ALEGORÍAS MELANCÓLICCAS

08-LA IDENTIDAD
Miguel Cobaleda


En la Metafísica (en la Ontología) y en la Gnoseología (en la Lógica) se han escrito probablemente miles de páginas sobre la identidad, sobre el principio de identidad, aunque acaso no tantas como sobre el principio de no contradicción. En todo caso, muchísimas páginas, y se han ocupado de la identidad sujetos tan importantes como Leibniz, Kant, Hegel... por no hablar de autores menores o de escuelas menos impactantes.

Para hacer honor a esa multitud, pondré tres testimonios (aunque no los voy a sacar directamente del “Diario de Sesiones” de modo exacto textual, sino que los voy a citar de memoria, esto es, a mi manera):

1. χρὴ τὸ λἑγειν τε νοεὶν τ́ὲὸν ἔμμεναι, ἔστι γὰρ εἴναι

a. (Parménides, POEMA, Fragmento 6 de DK –DIE FRAGMENTE DER VORSOKRATIKER, de Hermann Diels, revisada por Walther Kranz, 1903-1952–).

b. “Es necesario pensar y decir que lo que es, tiene que ser”.

c. Siempre que hablamos de lo real, de lo que existe en la realidad, estamos hablando de lo idéntico.

d. Sería una especie de vocación irrenunciable de la razón, la cual reduce la realidad a la identidad.

i. Significa que la razón, para entender, necesita restringir la multiplicidad de lo numéricamente diverso a la unidad de lo idéntico.

ii. “Si se tiene en cuenta solamente la identidad: es un cortacésped brutal que va segando las yerbas del ser hasta que solamente queda un ser, EL SER, en el Pluriverso entero o, si sólo queda el ser, sólo queda la nada (he leído a un tal Hegel que dice que son lo mismo). Pero si se tiene en cuenta solamente la diferencia, entonces cada ser se atomiza en multitud de diferentes seres, cada uno de los cuales se atomiza en diferentes seres, cada uno de los cuales... hasta que el Pluriverso es un arenal infinito de copos impalpables de ser, es decir, de nada”.

iii. En el pensamiento pan-enteísta de Parménides se lleva esta posición al extremo y se consolida una tesis que iguala la realidad con la unidad de la identidad del ser, por medio del pensar que es el ser:

(1) τὸ γὰρ αὺτὸ νοεν ὲστἱν τὲ καὶ εὶναι

(2) (Parménides, POEMA, Fragmento 3 de DK).

(3) “...pues lo mismo es el pensar y el ser”.

e. Parménides de Elea no sólo es uno de mis “contactos frecuentes”, es uno de mis mentores (acaso el primero), uno de los autores de cuyo texto, el POEMA, estoy agarrado para no caer en el abismo; una de las mentes que me ayudan a pensar por mi mismo –aunque parezca una contradicción– y de las que me complazco en paladear por ese regusto a la vez feroz/auténtico/contundente, pero redentor, que exhala.

2. Leibniz ha sido el pensador que más se ha ocupado de lo que se conoce –la denominación es suya– como la “identidad de los indiscernibles”, que viene a querer decir que no puede haber dos seres idénticos pero discernibles, ni dos seres indiscernibles pero diversos.

a. Según L, no puede haber dos seres indiscernibles porque no habría razón suficiente para distinguirlos o individualizarlos (tampoco Dios podría). El tema depende de un principio –el PRINCIPIO DE RAZÓN SUFICIENTE– que era para L esencial y del que, como buen racionalista, deducía un montón de conclusiones.

b. Ningún ente, empezando por sus elementos ónticos, las Mónadas, es idéntico a otro, todas las Mónadas son distintas unas de otras.

c. Las diferencias entre los entes no consisten esencialmente en determinaciones de espacio y de tiempo –que también contribuyen a que podamos diferenciarlos–, sino en principios constituyentes de diferenciación o individuación.

3. En la lógica actual se articulan varias fórmulas para definir la identidad:

a. p ➔ p

i. “Si p, entonces p


b. p -doble flecha en dos sentidos- p

i. “p, sí y sólo si p


c. ∧ x y [ ( x = y) ➔ (Fx -doble flecha en dos sentidos- Fy)]

i. Dos entes x e y son idénticos si lo que se predica con verdad de x, se predica con verdad de y, y viceversa.


*** *** *** *** ***

Hace poco me he encontrado en la calle con Luis Fernando, un compañero de la escuela primaria al que no había vuelto a ver desde hace setenta años. A pesar de todas esas décadas –y de la dichosa mascarilla por la pandemia– nos hemos reconocido en seguida. No se puede decir que sigamos como entonces... pero la identidad de fondo permanece. Le he preguntado, nos hemos preguntado, de todo y por todo, desde el genérico “¿Cómo te va?”, hasta el “Así que tu nieta mayor es arquitecta ¿no?”. Me ha comentado riéndose aquella vez que el hermano Crisanto me echó de clase por preguntarle si debajo de las faldas de la sotana llevaba pantalones o seguía con el pijama: yo no me acordaba ya de esa escena. Luego he comentado su costumbre de llevar rescaños de pan en el bolsillo para echarle migüitas a los pájaros del patio: él no lo recordaba, hace siglos que no lleva pan en el bolsillo, que no baja al patio, que ha dejado de haber pájaros. Nos hemos reído como tontos por aquel lance idiota de un verano en que nos bañamos –en pelota picada– en el estanque del parque, con lo sucio que estaba (el estanque, el parque, el verano): ninguno de los dos nos acordábamos de aquel día, de aquel estanque, de aquel verano. Le he mirado atentamente, le he rogado que se retirase un momento la mascarilla: no era Luis Fernando. Cuando estaba ya a solas me he mirado en un escaparate, me he retirado la mascarilla... tampoco yo era yo.

 

VOLVER