COMENTARIOS A LAS ALEGORÍAS MELANCÓLICCAS
24-MIS CLAVES DE LA DESASTROSA VICTORIA, I
Miguel Cobaleda
(Alegoría de perder ganando, I)
TEXTO.-
Haber chuleado a España (años 2019-2023 y...), destruido sus cimientos, quebrado
su economía, liberado a los asesinos, sediciosos y traidores, repartido un
caudal entre amigos y cofrades, haber hecho de la mentira el santo grial de su
particular gesta épica... no sólo no le ha pasado factura electoral, sino que
puede volver a reconstruir su banda y seguir rasgando otros cuatro años el cada
vez más desarrapado tejido de la nación. Los analistas que he leído (y son los
más informados), o no saben a qué atenerse –varios lo confiesan paladinamente:
no entienden nada y no lo saben explicar– o dan como explicación básicamente dos
argumentos:
que la izquierda detenta el poder televisivo, y
que la derecha no ha sabido unirse para vencer, al contrario, ha mostrado con
torpeza envidiosillas, rabietas pueriles y fanfarronadas que les han salido por
la culata.
Ciertas las dos cosas, pero insuficientes –a mi juicio– para ofrecer una
explicación=diagnóstico que comience por el principio, esto es, por identificar
la dolencia y aplicar el tratamiento; que no aseguro que sea posible: España es
como es, rara, bizarra, “diferente”, y casi nadie la entiende, o nadie. Pero por
intentarlo:
1.- En contra de lo lógico, de lo razonable, de lo que todo el mundo supone y
espera, a los españoles les importa y les mueve mucho más la ideología que el
dinero, las pamemas pseudo-intelectuales de la izquierda que el bolsillo. Muy
extraño, asombroso, pero es así y es el primer síntoma de la enfermedad social
española. Gobiernos de derechas que han enderezado la economía, aliviado los
bolsillos particulares, disminuido el paro, aumentado la riqueza nacional, pero
han descuidado la ideología, o no la han tenido, o ni siquiera se han ocupado
del tema, han permitido que la izquierda derrochadora y empobrecedora, mentirosa
y falsa, pero atrincherada en una ideología de altivo pedigrí, les mandase a
llorar a un bar de barrio mientras su escaño lo ocupaba un bolso de mano (exacto
final del gobierno del anterior mandatario).
2.- Los españoles están divididos en dos partes casi iguales, pero mientras la
derecha no se siente cómoda en su mitad, la izquierda está a gusto, cree que su
mitad es el paraíso de la igualdad, de la justicia y de la libertad; por eso
puede hacer leyes como la ley Sí-Sí, o la ley Trans, sin sonrojarse, incluso con
el convencimiento de que se trata de victorias sociales inmarcesibles. Que la
derecha tenga mala conciencia creo que se debe a su dominio total durante
cuarenta años de historia. La prensa extranjera dice estos días que “Franco ha
perdido”, y los comentaristas españoles se ríen (de lo poco que nos entienden
fuera) porque ese señor hace mil años que desapareció y sólo lo saca la
izquierda –para llevar sus huesos de acá para allá– cuando no sabe qué
argumentos utilizar. Bueno, pues quizá tengan razón los de la prensa extranjera
que usan ese argumento tan raro y tan rancio; el tiempo histórico de las
naciones no se mide en años sino en décadas, en siglos, en lapsos enormes, y la
sociedad española quizá se sienta todavía culpable de haber ganado una guerra
fratricida, de tal forma que los que la perdieron se creen moralmente
superiores, éticamente justificados para cualquier desatino que se les ocurra,
mientras la derecha prefiere seguirse auto-castigando con divisiones ridículas y
ñoñerías de conciencias histéricas, sobando siempre sus supuestas culpas. Ésa
sería la razón de que la izquierda haga gala de una ideología –cursi, hueca,
vieja, con ejemplos universales de haber provocado desastres sociales y
económicos en donde ha sido ensayada–, pero que les autoriza a sentirse
superiores. Y que la derecha –ante semejante despliegue de idioteces supinas– se
calle y agache la cabeza. En resumen: aunque en teoría los españoles se dividen
dos grupos casi iguales, en la práctica política España resulta ser más de
izquierdas: se siente más justificada a la izquierda y más culpable a la
derecha, “cuando los de izquierdas y los de derechas se cruzan por la calle, los
de izquierdas levantan altivamente el mentón, mientras que los de derechas
agachan la cabeza y se sienten humillados”.
3.- Los ejemplos de “cultura” que la izquierda esgrime como banderas de su
ideología –cineastas, actores, artistas, “zejas”, pantalleros en general– son
mucho mas digeribles por la gente que los –pocos– que exhibe la derecha. Un
ejemplo: cualquiera que sea culto de verdad no puede preferir, por ejemplo, el
testimonio de una mediocre actriz canturreando como una niña chica una tonadilla
idiota, en vez de preferir a uno de nuestros columnistas más inteligentes y
cultos –filósofo, políglota, sabio por los cuatro costados, maravilloso
escritor, profundo hasta las raíces de los temas–... Pero si se pregunta quién
de los dos es “más cultura”, el español medio responderá que la actriz porque
del filósofo no saben nada y, si lo leyeran, no lo entenderían. El español medio
cree que las tesis doctorales son cosas plúmbeas que te tienen que escribir
otros, que la historia es el Libro Gordo de Petete y que cualquiera que sepa
hacer la “o” con un canuto –que no tumbe el canuto y le salga una raya– es un
pedante insufrible, jactancioso y facha.
Si la derecha quiere el poder –siquiera para tratar de reconstruir lo que quede
de España– tiene que potenciar su imagen, sacudirse culpas (echarlas todas sobre
la izquierda con el desparpajo con que ha sucedido al revés); exhibir su cultura
sin comillas, su cultura de verdad, sus gentes sabias, cultas, formadas,
inteligentes... sustituyendo a actorcillos y zejas que no tienen entre todos ni
un graduado escolar; y no pegarse entre primos por menudencias pueriles.
Pero ya digo, a lo mejor España es una enferma crónica y todo lo que se puede
hacer por ella es darle un placebo electoral de cuando en cuando.
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COMENTARIO.-
El comentario mejor de esta primera parte del ensayo PERDER GANANDO, I, es leer
la segunda parte, PERDER GANANDO, II.