COMENTARIOS A LAS ALEGORÍAS MELANCÓLICCAS
15-ALEGORÍA DE AC
Miguel Cobaleda
TEXTO.-
(Alegoría de AC, es decir alegoría del ACENOCUMAROL).
¡¿Ah cómo?!... ¿Me atrevo a usar un nombrajo de un productajo quimicajo y me
quedo tan chulo?... ¡Con lo astringentes que son estos textos, todo letra
tupida, sin márgenes, sin imágenes, densos párrafos hirsutos –casi nadie los
lee–! ¿Y encima uso palabros como ACENOCUMAROL?... Este producto y sus pares son
la medicina milagrosa que le salva la vida a los propensos a tener demasiados
trombos. Bueno, pues lo traigo aquí como ejemplo (y que sea lo que Dios quiera)
por lo difícil que es ajustar la dosis y porque, para hacerlo, hay que andar con
prueba y error, subiendo, bajando, una vez, otra vez, otra vez... Este
particular me sirve para ejemplificar los protocolos que los AA (Amos Absolutos)
se ven obligados a cumplimentar para alcanzar sus objetivos de dominación
omnímoda, probando con diferentes cantidades de abuso social y eliminación de
libertades. Sus TCSET gobernantes (Títeres Comisionados Sobre El Terreno) tienen
orden de ir proponiendo ensayos de mayor y menor exigencia para llegar a las
dosis adecuadas, que parece que no es sencillo.
Han elegido varios países (la división nacional es un obstáculo para los planes
de los AA, pero las tendencias globalizadoras les ayudan) de diferentes tamaños
y circunstancias para ensayar sus protocolos. Por un lado un pequeño país
europeo rabiosamente moderno y occidental, por otro lado un pequeño país europeo
rabiosamente antiguo y de firme tradición comunista; también un pequeño país
remoto e insular, y un país de medio tamaño, compleja geografía, buena
demografía, europeo... pero del sur (España). Y se han llevado sorpresas en
todos los casos, salvo tal vez en la pequeña nación viril y valiente, que ha
hecho honor a sus tradiciones y le ha plantado cara al gobierno TCSET con
tractores en rebelión. De los otros no se esperaban reacciones tan valerosas; la
historia del pequeño país de tradición comunista, con décadas de sumisión
silenciosa al régimen político más arbitrario, cruel y despótico de que haya
noticia, hacía suponer una resignación absoluta.
Pero la sorpresa mayor ha sido España. ¿No tienen los españoles fama de
rebeldes, protestones, revoltosos y díscolos?... ¿Cómo es que están sufriendo en
silencio la mayor pérdida de libertad que su historia registra? Los AA, a través
de su TCSET, les han subido el precio del vivir hasta límites comercialmente
absurdos (sumisión y silencio), les han secuestrado largos meses en sus
domicilios (sumisión y silencio), han producido la muerte de miles de ancianos
por dejación criminal de obligaciones administrativas (sumisión y silencio), ya
tienen el agua cara y amenazada de cortes en el suministro (sumisión y
silencio), ya tienen el fuego (la electricidad, los carburantes)
prohibitivamente costoso (sumisión y silencio), ya tienen la tierra quemada y
sometida a arbitrios expoliadores (sumisión y silencio), no tardarán en tener el
aire racionado, es decir: los cuatro elementos de la realidad, agua, aire,
tierra y fuego (yo siempre tan antiguo en mis referencias...). La educación ha
sido prostituida bajo normativas ideológicas básicamente estúpidas (sumisión y
silencio). La seguridad ciudadana está en entredicho por permitir bandas
criminales de extranjeros cuyas nacionalidades no es políticamente correcto
insinuar (sumisión y silencio). Su parlamento legislativo está secuestrado por
el poder, el judicial está en vías de secuestro (sumisión y silencio). Se les
engaña con lobos feroces imaginarios y se les restringe la libertad para
defenderlos de esos lobos ficticios. Y se les miente, se les miente, se les
miente con tal contumacia e impunidad, que es como si vivieran dentro de la
cueva de ladrones del cuento de Alí Babá ¡y no son capaces de escapar con el
conjuro del “Ábrete Sésamo”!
Los AA están sacando lecciones provechosas de todos estos ensayos. Han
comprendido que demasiado ACENOCUMAROL produce parálisis social, aunque
demasiado poco provoca levantamientos populares. No se pueden entregar a un
pueblo todos los bienes que desee porque esos bienes son de los AA, no del
pueblo; aunque si no se les proporciona la ilusión de que sí los poseen –bajo
tasas repetidas, expoliadoras y subrepticias–, entonces sienten que no tienen
nada que perder y se levantan en armas y tractores (esos carros de combate que
los AA temen porque saben que sus tripulantes pelean por sus hijos y por su
futuro). Ni tanto ni tan escaso: que –sin poseer realmente nada– crean poseer
tanto que resistan sin protestas –para no perder lo que creen que tienen– el que
se les vayan hurtando poco a poco hilos de bienestar hasta que no les quede
ninguno, pero de modo suave y paulatino, por medio de algún TCSET al que voten
los rebaños convencidos y engañados por la grandilocuencia de un lenguaje
ficticio que ya no significa nada, pero que parece referirse a valores valiosos:
progresismo, igualdad, ecología, inclusión, justicia, etc., (a saber cuál de
esas palabras tiene menos contenido real...).
España es, al parecer, –como les gusta repetir a los TCSET– la “excepción
ibérica”, el módulo de cómputo que funciona porque la dosis de
“dominio/sensación de libertad” ha sido bien ajustada: ya no son dueños de sí
mismos, pero no se les ocurre protestar para no perder los bienes que suponen
erróneamente detentar. Los AA premiarán al TCSET del país con algún cargo
mundial de alta vanidad y elevado sueldo, y exportarán este modelo a otras
regiones. Con el ACENOCUMAROL ajustado, los AA pueden dormir tranquilos: los
trombos no impedirán la correcta circulación de nuestra humilde sangre por sus
exquisitas venas.
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COMENTARIO.-
Este texto, profundamente testimonial y revelador de los “años de plomo” del
gobierno del AA más mentiroso y prepotente, y peor administrador de los asuntos
públicos, reseña minuciosamente –reiterativamente– los desmanes que los sufridos
españoles hemos aguantado ¡sin rechistar! durante los mandatos del presidente
menos votado de la historia. La única sorpresa no es el comportamiento de este
AA y su corte de minusválidas mentales, que ya se suponía, sino ese “sin
rechistar” que desdice el carácter tradicionalmente protestón y rebelde del
pueblo español. No tiene posible análisis ni explicación, acaso un declive
global que le sepulte en el fondo de la historia de las naciones.