COMENTARIOS A LAS ALEGORÍAS MELANCÓLICCAS
01-LA ESTUPIDEZ
Miguel Cobaleda
Seguramente a cualquiera que se le pregunte por el aspecto más negativo y
destructor de todas las dimensiones y características del alma humana,
responderá que la capacidad para hacer el mal. Desde luego el mal es candidato
firme a esa oprobiosa distinción, y sin duda ha sido responsable de una gran
cantidad de desastres en la Historia de los seres humanos. Pero, en mi opinión,
el puesto más alto del podio de las calamidades tiene el mal que compartirlo
exaequo con la estupidez.
No solemos acusar a le estupidez con tanta acrimonia como al mal por una
diferencia –sí, esencial– entre ambos: el mal es culpa del mal, la estupidez no
es culpa de la estupidez, los malvados lo son por cuenta propia, los estúpidos
nacen estúpidos sin culpa suya. Pero la estupidez, culpable o no, es responsable
de tantas miserias –al menos– como el mal.
Hay un modo de mirar el tema, el modo moral: la bomba que tira el genocida a
sabiendas de que la tira, de que matará mucho y con la satisfacción de todas
esas muertes, no se puede comparar moralmente con el tsunami que también mata
mucho pero que no es responsabilidad moral de nadie. En este sentido las
diferencias son claras y la sanción moral las decreta según lo justo.
Pero resulta que la estupidez es delictiva porque no es totalmente inocente –no
es por completo inevitable–:
* En el horizonte colectivo hay ejemplos egregios de mentes geniales que
comprenden los problemas con una penetración y una profundidad que cala hasta su
entraña esencial y los resuelve o, al menos, los plantea para que puedan ser
estudiados y resueltos por mentes más poderosas aún. Estos ejemplos están tan
disponibles como el comportamiento –hechos y dichos– de los estúpidos, de los
necios, de los ignorantes. Seguir y copiar el comportamiento de éstos, en vez de
seguir e imitar el de aquéllos es una elección de la estupidez, y es moralmente
responsable, merece una condena.
* La estupidez no anula la conciencia individual, el estúpido, no por serlo,
deja de saber distinguir entre el bien y el mal. Que tenga mayor proclividad a
escoger y hacer el mal que lo contrario, merece condena moral.
* Al estúpido no le obliga su estupidez a la acción –a hacer y decir–, de modo
que puede inhibirse, estarse quieto. Ha habido muchos idiotas prudentes y
humildes que, sabiéndose idiotas, han preferido retenerse antes que prodigarse.
* La estupidez no excluye la posibilidad de redención. Admito que ciertamente el
esfuerzo para paliarla es intenso, pero si hay mutilados que consiguen hazañas
deportivas, si hay quienes parten de un nacimiento plebeyo y llegan a las más
altas magistraturas, si hay miserables que se levantan hasta la riqueza más
copiosa, si hay incluso malvados que se convierten ¿será la estupidez menos
apropiada para redimirse? Así como hay muchedumbre de estúpidos que estudian
arduamente en la Estupiversidad para mejorar su condición inepta, graduarse y
hacerse licenciados en idiocia y doctores honoris causa en imbecilidad, pueden
los estúpidos matricularse en facultades de sabiduría y en gimnasios de
inteligencia. Y salir de su penoso estado.